En La Verdad de las Mentiras, Mario Vargas LLosa se refiere a la novela de Kawabata en varias dimensiones.
Una de ellas es al viejo mito o ilusión presente en todas las culturas en el que para devolver la vida a un anciano, éste debe de dormir con una muchacha núbil. Para ello se vale de la historia bíblica del Rey David, que entrado en años no podía entrar en calor a pesar de estar cubierto, buscaron por toda la tierra de Israel hasta encontrar a Abisaq, sunamita y la trajeron al rey. Era esta joven muy hermosa, y cuidaba al rey y le servía, pero el Rey no la conoció.
Esto me hace recordar un mito actual en el Africa subsahariana, el de los hombres infectados con VIH que piensan que tener sexo con una púber virgen los liberará de la infección.
La otra dimensión es el de la novela erótica, el amor físico enriquecido por la fantasía y el arte de la ceremonia, la descripción de las bellas durmientes para MVLL adquiere una sensualidad subyugante. Pero en una cita a un poema de Mallarmé, "la chair est triste, hélas" -la carne esta triste, desgraciadamente-, da un giro colocando por contraste la senilidad del protagonista, en que la decadencia física da una acerada conciencia de muerte y porque esta casa del sexo es también un lugar lleno de enigmas y rituales, donde sin quererlo ni saberlo, las bellas muchachas y sus ancianos clientes parecen animar un complicado libreto...El sexo es la piedra de toque que revela lo que hay de feo y de triste en la vejez.
La muerte ronda a los personajes, a Eguchi y a las bellas durmientes, está a la otra orilla de ese mar incesante que rodea la casa. Solo hay que realizar la transición y atravesar sus aguas en la barca de Caronte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario