viernes, 3 de julio de 2015

Inside Out



¿Quién podría oponerse a la felicidad? Creo que nadie, sin embargo se me hace complicado pasar por alto aquella búsqueda insaciable por la felicidad que inunda a la sociedad actual. Siendo la felicidad un estado temporal, creo muchas veces que se confunde bienestar con felicidad.

Sin embargo, hay etapas de la vida donde lo importante es ser feliz, como la infancia. Un niño criado con amor y sensaciones de felicidad plena, con los límites demarcados por el respeto a los demás, será una buena persona. Y de buenas personas es de lo que esta escaso ahora el mundo.

La última película de Pixar, Inside Out, traducida de mala manera como Intensa-Mente, se introduce en el cerebro de la adolescente Riley, para mostrarnos algo de la arquitectura de las emociones, la memoria y los pensamientos. Se nos dibuja dentro de la mente a cinco personajes, representando cada uno a las emociones básicas: Alegría, Tristeza, Temor, Disgusto e Ira quienes están al mando de un panel de control desde donde dominan las acciones de Riley.

El centro de mando contiene una pantalla que es lo que ven los ojos, pero que además intercala las visiones con imágenes de flashbacks de la memoria, como dándonos una idea visual de que es posible ver con la mente o acaso soñar despiertos. Este centro se interconecta con otras estaciones cerebrales a través de una red de carriles por donde viajan pequeñas esferas que llevan el color con el que se representa a cada emoción. De este modo, las experiencias vividas se transforman en información que se almacena y donde aquellas esferas semejan las imágenes de las vacuolas (bolsas) que almacenan los neurotransmisores que circulan dentro del tejido cerebral.

Mientras tanto, Riley se ve sometida a cambios corporales, geográficos y sobre todo de situaciones. Cambia de ciudad y de colegio, su padre tiene un nuevo trabajo y como cereza del pastel, Riley ingresa a la adolescencia. Sus emociones deben aprender a lidiar con todo ello.

Hasta entonces, la mente de Riley, dominada por la Alegría pero secundada hábil y coordinadamente por las otras emociones, encuentra que Tristeza se interesa en explorar nuevas experiencias, ya que la niñez va quedando atrás y las nuevas situaciones que enfrenta Riley, acaso requieran de nuevas estrategias mentales. Alegría es dinámica e inquieta orquestando en cada momento la vida de Riley, pero es entonces cuando Tristeza provoca los primeros conflictos al realizar una mayor actividad y provocando un efecto extraño sobre los pensamientos centrales que se almacenan en la mente de Riley. Este conflicto genera un accidente dentro de la compleja red de carriles que obliga a ambas a dejar temporalmente el centro de mando de la mente de Riley. Alegría y Tristeza, ahora se encuentran en sitios inexplorados para ellas, los almacenes de la memoria mediata e inmediata, los recuerdos que pronto serán olvidados, los laboratorios por donde discurren el pensamiento abstracto y sus múltiples fases de transformación como el análisis (deconstrucción) y la figuración. Algunas de estas fases son ya conocidas, al menos en teoría, por Tristeza quien se encargó de leer todos los manuales de operación del centro de mando, pero otros espacios cerebrales como la voluntad, el sentido de pertenencia, las percepciones, las fantasías, los recuerdos perecederos y los comportamientos les son mostrados por el Amigo imaginario de la infancia de Riley, que como Virgilio a Dante, les muestra a Alegría y a Tristeza los recovecos de la memoria y el comportamiento humano. Es un viaje de descubrimiento y remembranzas no exento de sorpresas y algunos “peligros”. Pero esta peripecia debe terminar con el retorno de Alegría y Tristeza a su lugar original, como canto del cisne, el Amigo imaginario ofrece, a modo de sacrificio, la ayuda para el viaje de retorno de las emociones expulsadas del centro de mando. Alegría y Tristeza vuelven al panel de control, transformadas en su visión de la vida, mientras tanto encuentran algo alterado su lugar pues ha sido comandado por la buena voluntad e inexperiencia de Ira, Disgusto y Temor, como mostrándonos que la adolescencia es una transición no exenta de cambios turbulentos.

Esporádicamente ingresamos además a los centros de control de los padres de Riley, solo para darnos cuenta que Alegría ya no comanda los paneles de control en la adultez, pero que en contraposición se han hipertrofiado otras zonas cerebrales como producto del proceso de maduración al que nos somete la vida.

Es cierto que Inside out realiza simplificaciones acerca del funcionamiento de la mente, privilegiando las emociones sobre el razonamiento, pero en compensación le otorga a los personajes que recrean a las emociones la capacidad de razonar y decidir en aras de la verosimilitud. Esto no desmerece la película sino más bien le permite una narración fluida y comprensible acerca de términos tan complejos como los mecanismos mentales. En Inside out predomina la visión del neurofisiólogo, con sus imbricadas redes neuronales, de la topografía cerebral con áreas dedicadas a funciones específicas, de las vacuolas llenas de neurotransmisores almacenando nuestras ideas, impulsos y recuerdos. Pero no se vaya a creer que tenemos neurotransmisores ya sea tristes, alegres o iracundos, o que hay un centro cerebral de la familia o de las emociones, toda nuestra mente es producto de una combinación de sustancias químicas, tejidos e impulsos eléctricos, procesos muy complicados y muchas veces todavía incomprensibles al entendimiento humano.

Inside Out es una nueva joya de Pixar, que nos habla de la necesidad de tener infancias felices, de no quemar etapas y permitir que los niños se porten como adultos, respetando los ciclos de la vida y que más allá de nuestras creencias o culturas no es posible que una sola emoción nos domine. Que tristeza, alegría, temor ira o disgusto nos son imprescindibles para amar, luchar o destacar profesionalmente, pero que es necesario el carácter, la personalidad, las percepciones, el juicio, la inteligencia, el conocimiento, el pensamiento, la abstracción, la imaginación y las fantasías, entre otros.

Nos dice además que entre todas las regiones cerebrales es necesario que todo adulto albergue un niño dentro, con aquella capacidad de  curiosidad y asombro que nos permita vivir de nuestras fantasías y descubrimientos, de los momentos felices y de reflexión, de alejarnos de la malicia y, porque no, de disfrutar de nuestras pequeñas explosiones de carácter.