miércoles, 17 de abril de 2013

Bucólica Adolescencia


Ahora leo la Ciudad de las Acacias de Mihail Sebastian, una tierna y bucólica historia sobre la personalidad femenina contada desde la pubertad de la protagonista.

Aún estoy en las primeras páginas, cuando Adriana Dunea experimenta en su cuerpo y en sus sentimientos los cambios de la adolescencia, como cuando florecen las acacias. Su amiga Margareta, adolescente como ella y compañía de sus pensamientos juveniles, deja escritas estas líneas en el diario de Adriana:
 
Todo es inútil, todo inestable
En este mundo y en esta vida,
Pero mi querida, solo es gratificante
La amistad de una amiga.  

Líneas que expresan el angustiante pero inexorable devenir de los cambios de una persona y aquella secreta complicidad naciente entre dos jóvenes que están aprendiendo a ser mujeres.
 
p.s. Las líneas originales son traducidas artesanalmente del francés original que aparece en el libro en castellano

El Incoloro Tsukuru Tazaki


A continuación una traducción personal de la reseña aparecida en The Asahi Shinbum sobre “Shikisai wo Motanai Tazaki Tsukuru to, Kare no Junrei no Toshi" (Colorless Tsukuru Tazaki and His Years of Pilgrimage), la nueva novela de Haruki Murakami:

Tsukuru Tazaki tiene 36 y está soltero. Su fascinación infantil por las estaciones de trenes lo llevó a trabajar en la oficina de diseño de estaciones de una compañía de ferrocarriles.

Durante sus años de secundaria en Nagoya Tsukuru tenía cuatro amigos íntimos- dos chicas y dos chicos- Aquellos cinco amigos eran totalmente distintos en carácter pero formaban una relación cercana y equilibrada similar a un pentágono equilátero.

A excepción de Tsukuru todos ellos tenían un apellido relacionado a un color –de acuerdo a la grafía kanji- por ello sus apodos eran “rojo”, “azul”, “blanco” y” negro”. Solo Tsukuru no tenía color que lo identificara, además fue el único de los cinco que estudió en una universidad, en Tokio. Antes de cumplir los 20 años, de regreso de unas vacaciones universitarias, Tsukuru se da con la sorpresa que sus amigos en forma unilateral han decidido cortar todos los lazos afectivos y amicales con él. Tsukuru queda con una sensación de pérdida y de interrogación acerca de aquella dramática decisión.

Tsukuru entra en shock y en un estado de gran desolación. Al retornar al mundo real, Tsukuru ha sufrido un cambio dramático de tal magnitud que considera que es otra persona.

En los siguientes 16 años nunca se volvió a encontrar con alguno de los que consideró sus más cercanos amigos. Sin embargo, a causa de su trabajo conoce a una mujer interesante y atractiva llamada Sara, quien es dos años mayor que él. Ella le menciona que ya es el momento que Tsukuru averigüe las razones por las que sus amigos lo dejaron abruptamente y lo sometieron al ostracismo.

Así comienza el peregrinaje de Tsukuru.

Tsukuru se percibe a sí mismo como sin valor y un envase vacío. Una de las razones es porque no tiene “color”. Sin embargo, su nombre tiene el carácter kanji de “ta”, que significa “varios”. Además, el hecho que sea un envase vacío significa que tiene la capacidad de albergar sustancias diferentes, tanto de lo bueno como de lo malo.

Finalmente, el peregrinaje lo lleva inesperadamente a una zona rural de Finlandia donde descubre de una sola vez todas las razones que indujeron la razón de sus amigos 16 años atrás, los cambios que les ha ocurrido desde entonces y cómo viven ahora.

Un número de hechos, coloreados con dolor y ternura, así como un número de misterios que quedan por resolver, y que probablemente queden irresueltos, emergen de tal proceso.

Al ser preguntado Haruki Murakami acerca de la creación de esta novela, refirió que luego de escribir las primeras líneas, continuó haciéndolo sin tener una idea clara de cómo la terminaría.

Así nos quedamos con una historia de soledad, despersonalización y melancolía, pincelada con los clores de la usual fantasía que Murakami pinta en sus obras. Acaso un viaje místico y la presencia de un hada evanescente.

Es probable que estemos ante una fantasía inacabada. Enigma que esperamos resolver cuando llegue la traducción de “El Incoloro Tsukuru Tazaki y sus Años de Peregrinaje” –traducción personal- título que me evoca a novela de Alfredo Bryce.

 

lunes, 1 de abril de 2013

Aislamiento Social


Esta - felizmente- es una historia inventada.

En una Lima desolada con el gris de costumbre una epidemia diezma en silencio a la población adulta. En menos de dos días una persona enferma que padece sucesivamente de tos seca, dolor torácico, fiebre y diaforesis se desploma hasta fallecer en silencio. Sin estertores ni elocuentes sangrados, siguiendo la nunca escrita norma limeña de hacer las cosas sin hacerse notar.

Luego de la muerte sigue el control de daños: Identificar al occiso para llenar un registro más para la ficha epidemiológica y al final decretar la evacuación y desinfección del área, que queda así restringida por el riesgo biológico. Terminada la acción de los actores principales en esta tragedia ingresan los tramoyistas, aquellos anónimos que se encargan de lavar los fluidos corporales de la zona y de descartar el cadáver, incinerando sus restos en un paraje solitario.

Uno de aquellos toma un nombre y se personifica bajo el nombre de Eusebio, una persona que hasta entonces era parte del decorado de trajes blancos y mascarillas de protección pero que se hace visible por un hecho fortuito. Eusebio es una persona de un sentido muy práctico, casi sin imaginación y resignado a una vida sin trascendencias. Regresar a casa, dejar la llave en la mesa y desinfectarse en una rutina sombría y agobiante. Hasta que encuentra a Joaquín, un niño que por la epidemia queda huérfano y sin lazos familiares.

Entonces Eusebio emprende una doble búsqueda, la de insertar a Joaquín dentro de un sistema de protección social y la de su búsqueda interior acerca del significado de su propia vida. Esta búsqueda lo lleva a un asilo a visitar a su padre, rezago actual de una figura autoritaria del pasado. Eusebio recibe como un espejo el rol de padre protector y al parecer se siente bien con ello, aunque para llegar a tal estado deba pasar por una transición complicada.

Desde entonces pasa a hacer visitas y preguntas, en consultorios, oficinas y dependencias de un sistema más preocupado en contener la epidemia que en dramas personales. En el esfuerzo por deshacerse de una responsabilidad, la custodia no solicitada de un menor, Eusebio encuentra el significado de su vida.

-          ¿Quién es usted? , pregunta una trabajadora social en una oscura oficina

-          Nadie, responde Eusebio

Allí delante de Joaquín, Eusebio reconoce que toda su vida no ha tenido sentido y que solo era un número entre miles. Desinfectando anónimamente y protegiendo en forma indirecta pero sin ninguna trascendencia personal.

En los días siguientes Eusebio se hace cargo de aquel huérfano, quien en su búsqueda de protección y de temor a lo desconocido no tiene mejor idea que usar como casco una caja de cartón y luego uno real de plástico. Juntos recorren una ciudad sombría, invernal y lluviosa, pasean por colinas sin vegetación, por estadios y centros comerciales vacíos, por calles sin autos ni personas.

Las escenas de El Limpiador cumplen con el protocolo de Aislamiento Social frente a una epidemia de transmisión respiratoria. Una ciudad vacía y brumosa aumenta la angustia de un niño sin padres y con miedo a la muerte, así como la de un adulto confundido ante la responsabilidad de su nuevo rol. Una melancolía que se abre paso de a pocos hasta tomar por asalto el resto de escenas.

Y es Eusebio, un aislado social por naturaleza quien protege a Joaquín ante la negativa del padre biológico encontrado que se niega a reconocer a su hijo. Pero Eusebio comienza a toser y a tener un poco de fiebre, uno de los médicos de su hospital identifica parcialmente los síntomas de aquella “pestis sudorosa’ o “sudor inglés” antiguos nombres de una epidemia similar que azotó un imaginario Londres del siglo XV.   

El tiempo se acorta pues Eusebio ha pasado los días considerados mortales de acuerdo a la historia natural de la enfermedad y como los niños no se contagian continua con su búsqueda de familiares directos. Hasta que encuentra a una tía a quien cederle la posta.

Cuarenta días esperaban los barcos en el puerto veneciano antes de desembarcar por peligro a transmitir la peste. Cuarentena del pasado. Aislamiento social de hoy.

En una Lima de cielos brumosos y tonos grises, con cementerios llenos de lápidas con nombres y de calles vacías. Donde los adultos usan mascarillas y un niño únicamente una caja de cartón. Cuando todos se miran con desconfianza y en el rostro de los médicos se imprime el cansancio y la frustración. Un cierto día aparece el sol a través de la ventana.

Y Nadie se convierte en Alguien.