jueves, 27 de mayo de 2010

El Mercurio Peruano




"La Historia necesita a veces del auxilio de la conjetura, y ésta debe ir siempre acompañada de un fino criterio..."

Esta nota fue publicada el 6 de Enero de 1791 en el Mercurio Peruano acerca de la Historia de la Hermandad de la Misericordia y el Hospital de la Caridad, embrión colonial del hospital donde actualmente trabajo.


Tengo en mi armario una edición facsimilar del Papel Periódico, como le llamaban entonces, editado por la Sociedad Amantes del País. Comencé la lectura en el entretiempo de las novelas y me encontré con dos sorpresas iniciales: la creación del hospital y con otra que detallo a continuación:


En días pasados una Negra bozal llamada Mariana, Esclava de cierta Señora principal de esta ciudad, parió un monstruo digno de la consideración de los Físicos, y admiración de los curiosos. carecía enteramente de cerebro, por que cortada la cabeza desde las cejas hasta la mitad del hueso occipital, le faltaban el coronal, los parietales, y aún la médula, de que no había rastro : Solo se reconocía una leve membrana que cubría todo el espacio : las cejas y los ojos estaban como tirados de la membrana misma, que los hacía extremadamente espantosos. Tenía asimismo las orejas circulares, confundidas las ternillas y el órgano del oído, en cuyo lugar se veía sustituída como pequeña teta. Finalmente venía con los dos sexos: el viril situado debaxo del cordón umbilical, y casi confundiéndose con él, y el otro en su sitio natural.


Digannos los sectarios de Cartesío y demás Filósofos que suponen el cerebro seno del Alma. ¿dónde residió ésta desde el instante en que se animó aquel feto? Y explíquennos los fisiológicos ¿de que arte se valió la Naturaleza para dar el incremento regular a un Niño, faltando órganos tan precisos aun para sostener la vitalidad?

He respetado la redacción original y he tenido que recurrir al diccionario para averiguar el significado de bozal (sin domar), ternilla (cartílago) y cartesio (nombre latinizado de René Descartes).
Preguntas dramáticas leídas desde hoy, para una sociedad donde lo inexplicable era símil de oscuridad e intención maligna, en la cual además no todos los seres humanos tenían igual significado.

martes, 25 de mayo de 2010

Radar confuso




Emitir señales equívocas puede ser una acto voluntario o inconsciente. Cada mañana atravieso los jardines del hospital con un libro en la mano. Usualmente, el libro no es de Medicina, por días es una novela, un libro de cuentos, ensayos y en momentos extremos poesía.

Para muchos puede saber a pose, a otros confusión, la verdad es que me tiene sin cuidado. Leer es un hábito infatigable para mí. Reconozco que la lectura de ciencia está guiada por pulsiones prácticas, por necesidades inmediatas. En cambio, con la Literatura siempre hay un atractivo incesante, un texto puede transportarme a otras dimensiones que me da la distancia necesaria para entender mejor mi entorno y hacer como Ismael, navegar en un mar para evitar tirar los sombreros de los paseantes.

Esa costumbre de llevar además del estetoscopio un libro me ha traído gratas experiencias, una vez un alumno me preguntó que libro podría regalarle a una tía diagnosticada de una enfermedad terminal. Otros me han preguntado como elijo las obras que leo.

Allí me pusieron en aprietos, leo para cumplir con el ciclo de mi círculo de lecturas, leo para completar las obras de un autor determinado, para estar al día de las novedades y acaso, la que más me sorprendió al descubrirla, leo por rebote.

El rebote para mi es el llegar a un texto llevado por otro, ya sea por el tema, por el metatexto o por el estilo del autor.

Ahora por ejemplo, estoy leyendo a Henry James, jalado por la última novela de Alonso Cueto y hace unos meses leí a Roberto Bolaño jalado por la última novela de Rodrigo Fresán que reseñé el verano pasado.
Hoy me encuentro además en una encrucijada, terminada la lectura del Gran Gatsby, no sé ahora cual será mi próxima lectura, acaso deba empezar Moby Dick, continuar con Hamlet o retomar el Museo de la Inocencia.
¿alguna recomendación?

El Gran Gatsby


Los turbulentos años 20 vienen a mi memoria al leer El Gran Gatsby. Un paréntesis de ilusión entre guerras. Como toda novela clásica tiene tantas traducciones como ediciones a lo largo de todos los años posteriores a su publicación en 1925.

Resultado de una búsqueda electrónica conseguí la versión original, y me dediqúe a traducir el primer párrafo como un ejercicio literario:


En mis más jóvenes y vulnerables años mi padre me dio un consejo que ha estado dando vueltas en mi mente desde entonces.

“Cada vez que tengas ganas de criticar a alguien”- me dijo- “solo recuerda que toda la gente en este mundo no ha tenido las mismas ventajas que tú”.

No me dijo más, ya que siempre nuestra comunicación ha sido inusualmente discreta, pero comprendí que quería decir mucho más que eso. A causa de ello, soy propenso a reservarme todo juicio, un hábito que me ha revelado muchas cosas curiosas pero también me ha hecho víctima de no pocos pelmazos crónicos. Las personalidades anormales son rápidas para detectar y acercarse a esta cualidad cuando se hace visible en una persona normal, y así sucedió que en la universidad fui acusado injustamente de ser un político, ya que estaba al tanto de las secretas tristezas de hombres desconocidos y ordinarios. Muchas de las confidencias no fueron buscadas – con frecuencia fingía sueño, preocupación o una frivolidad hostil cuando presentía alguna señal inequívoca de que una revelación íntima asomaba en el horizonte; las revelaciones íntimas de los hombres jóvenes, o al menos los términos en los que las expresan, son remedos de otras y están deformadas por omisiones obvias. Reservarse un criterio es un asunto de infinita confianza. Aún tengo el leve temor de perder algo si olvido que, como mi padre me sugirió jactanciosamente, y que yo también repito jactanciosamente, el sentido primordial de las buenas costumbres es repartido de manera desigual al nacer.

Un delicado juego de discreción y desenfreno marca el ritmo de la novela, que refleja el pulso de una época que desde hoy se ve como un ensueño. Una época que la tengo cercana por dos razones: las historias que me contaba mi abuela, y una revelación reciente, mi padre me comentó hace poco que es la época en que le hubiese gustado vivir.