martes, 31 de julio de 2012

Aún hay tiempo para la FIL Lima 2012


La Feria del Libro de Lima 2012 aun no ha terminado. Un evento cultural masivo es siempre un termómetro de lo que sucede a nivel social (y político).

Por ello comenzaré por resaltar las ausencias. La primera y acaso pocos la recuerden: el pasado enero hubo un tímido anuncio sobre la presencia de Paul Auster para abrir la feria y que todo dependía de su agenda, parece que andaba ocupada pero no sabemos si se hicieron todas las gestiones para traer un peso pesado de las letras. Es lo que se espera desde hace tiempo para la feria de Lima, la visita de personalidades literarias más allá del continente, al igual que Bogotá, Guadalajara o Buenos Aires, sin ir más allá, Ohram Pamuk, Ian McEwan y J.M. Coetzee ya se han dado su vuelta por Santiago de Chile en los últimos dos años. Tarea pendiente para los organizadores.

Otra tarea pendiente es que las autoridades gubernamentales abran la feria: la alcaldesa de Lima o el propio Presidente de la República, eso daría la señal que tanta falta les hace a todos de hacer pensar que la cultura importa en las prácticas gubernamentales, ya que no solo de pan (o gastronomía) vive el hombre.

Yendo a lo específico no se puede negar que hay cobertura de medios y algunos escasos programas de televisión se han esforzado por informar diariamente. Donde la movida ha sido mayor ha sido en algunos medios de prensa escrita como diario16 y La República, pero sobre todo en portales como La Mula, blogs de todo tipo y hasta en el Facebook donde las invitaciones a eventos han sido un simpático bombardeo frecuente.

El recinto de la feria es amplio, céntrico y creo que a la vista no hay otro mejor en la ciudad. Hay mejoras respecto a los otros años y se ha habilitado un parqueo al frente en el Círculo Militar.

Las editoriales, distribuidoras, universidades, embajadas y organismos públicos  y librerías han mejorado la presentación de sus stands.

Por lo general casi todos se han esmerado en traer novedades en las publicaciones, aunque a algunas el sistema de envío o la aduana les haya jugado una mala pasada y el lote no llegue a tiempo para la feria. Por eso este evento tiene dos tiempos, los primeros días de apertura, donde se encuentran las novedades que han llegado en escaso número y hay que comprarlas antes que se agoten y el final como hoy y mañana cuando ya llegaron las novedades.

La revelación de esta feria y que confirma una tendencia es el empuje de las editoriales independientes. El descubrimiento es que por primera vez los Hermanos Sanseviero se decidieron a poner un stand: Heraldos Negros, como el nombre de su nueva distribuidora, allí encontrará una gran variedad de libros, casi todos ellos interesantes, de España y Argentina que no se encuentran en el resto de librerías. Visitar la feria sin pasar por Heraldos Negros es como no haberla visitado.

Un descubrimiento tardío fue el stand de editorial Arkabas, que ha traído el backlist completo de Bestia Equilátera, interesante editorial argentina.

Distribuidora Oceano, con su colección de Anagrama, incluidos los libritos amarillos de Panorama de narrativas, Ensayo (negro) y Narrativas Hispánicas (grises), tienen un 40% de descuento y si se compran dos libros amarillos, grises o negros el descuento es de 50%. Los Compactos también tienen un buen descuento.

Ibero, ha traído Mondadori, pero su colección más interesante es De Bolsillo, buena literatura a buen precio, siempre va a encontrar algo que llevar. No olvide que la colección de Borges ahora está en De Bolsillo, así como Vila Matas, Philip Roth, Coetzee y

Fondo de Cultura Económica, es un lugar para darse mas de una vuelta, hay colecciones de literatura, filosofía, ciencia e historia, que hay que buscar con detenimiento, imposible non salir con un libro comprado de FCE.

Librerias La Familia,  tiene interesantes colecciones de Alianza Editorial en sus pequeñas colecciones de Freud, Kadaré, Proust, Woolf, entre otros. Libros de filosofía de todas las épocas y los clásicos de Grecia y Roma son joyas a tener en casa. También tienen una interesante colección de Taschen sobre arte y a un buen precio.

Los Fondos editoriales de las universidades siempre traen novedades interesantes así que dependiendo de su interés no puede dejar de darse una vuelta por allí. En el stand de la UPCH quedan aún libros de la colección de obras de Honorio Delgado, para conocedores.

El Instituto de Estudios Peruanos, IFEA y el Ministerio de Cultura sobresalen con sus publicaciones dedicadas a la historia, sociología, antropología y arqueología del Perú.

Finalmente, a visitar los stands de venta de libros usados con paciencia y buen ojo puede encontrar el libro que andaba buscando desde hace tiempo.

Quedan dos días pero son los precisos para hacer las compras de la lectura de los siguientes meses.

No falten

miércoles, 18 de julio de 2012

Naturaleza Humana





Mi lectura de la semana es Un verano sin hombres de Siri Hustvedt, casi un monólogo interior desde un punto de vista muy femenino acerca de los logros y sinsabores de un matrimonio, sobre todo cuando el esposo decide tomar una pausa.
Como la lectura de un buen libro siempre tiene lecturas colaterales, esta vez me remití a hojear algunas páginas de Fisiología del Matrimonio de Honoré de Balzac, para lo cual solo transcribo algunos párrafos que pueden llevar a la reflexión y otros a una culpable sonrisa.
“El matrimonio se deriva de la naturaleza. La familia oriental difiere completamente de la occidental. El hombre es ministro de la naturaleza, y la sociedad la modifica. Las leyes se han hecho para las costumbres, y las costumbres cambian”
El matrimonio puede, por consiguiente, recibir el perfeccionamiento gradual a que todas las cosas humanas están sometidas.
Estas palabras dichas por Napoleón en el Consejo de Estado, cuando la discusión del Código Civil, impresionaron vivamente al autor de este libro…”
Como conoce la historia Napoleón Bonaparte  se casó con Josefina de Beauharnaiz, para ella fueron sus segundas nupcias y ya contaba con dos hijos,  y luego se marchó a la Campaña de Italia obteniendo allí parte de su mito como estratega militar. Josefina fue coronada Emperatriz junto a su esposo en 1804  y años después Napoleón le pediría el divorcio – aconsejado por su ministro Talleyrand- aduciendo el que ella no podía tener hijos y casarse con  la Archiduquesa María Luisa de Habsburgo-Lorena, llegando a tener un heredero y consolidando una unión diplomática con la casa real austriaca. En el ínterin Napoleón se enamoró de la Condesa polaca María Walewska con quien también tuvo un hijo.
En el libro además de muchas deliciosas historias matrimoniales, Balzac expone lo que para él son las razones por las que un hombre podría casarse:

Por Ambición… esto es muy conocido

Por Bondad, para libertar a una hija de la tiranía de su madre

Por Cólera, para desheredar a los parientes colaterales

Por despecho de una amante infiel

Por Enfado de la deliciosa vida de soltero

Por Fealdad, temiendo que llegue un día en que no pueda encontrar mujer

Por Ganar algo, como Lord Byron que lo hizo por ganar una apuesta

Por Honor, como Jorge Dandín

Por Interés, como se hace casi siempre

Por Juventud, como lo hace un colegial atolondrado

Por Locura, y el matrimonio siempre lo es.

Por Maquiavelismo, para heredar cuanto antes de una vieja.

Por Necesidad, para legitimar a nuestro hijo.

Por Obligación, cuando la novia ha sido frágil.

Por Pasión, para curarse de ella.

Por Querella, para acabar un pleito.

Por Reconocimiento, y es dar más de lo que hemos recibido.

Por Sabiduría, como lo hacen todavía los doctrinarios.

Por Testamento, cuando un tío muerto hace un legado con esa condición.

Por Usanza, para imitar a los antepasados.

Por Vejez, para tener quien lo cuide a uno durante los últimos años de su vida.

Por Yatidí, que es la hora de acostarse y significa todas las necesidades de esa hora entre los turcos.

Desde la época que se escribió este libro en 1829, algunas razones han quedado vigentes, otras no tanto y acaso algunas hayan sufrido una leve transformación para actualizarse.

Queda en la conciencia de cada uno saber porque lo hizo. Mientras tanto me voy acercando al final de la novela de Hustvedt y en algunos casos confirmando o conociendo de novo los diversos matices de la naturaleza humana.




miércoles, 11 de julio de 2012

Mi Residente, el Gótico


Ser interne des hôpitaux (interno de hospital) es una de las metas de todo estudiante  de Medicina. Trabajar todos los días, incluso hasta de noche. El Interno es una tradición académica que puede rastrearse hacia finales del siglo XVIII, luego William Osler crearía el sistema de residentado para formar especialistas en la segunda mitad del siglo XIX e incorpora una jerarquía más dentro de las ciudadelas de la enfermedad que son los hospitales.
Un hospital. Mi hospital, pueblo chico hecho de palacetes de otro tiempo, con una arquitectura afrancesada de inicios del siglo pasado: techos altos, columnatas, estatuas y amplios jardines. La ciudadela es bella durante el día pero la oscuridad de la noche le impone un tinte tenebroso.  Ahora solo voy al hospital durante el día, pero recuerdo vivamente mis caminatas nocturnas obligatorias atravesando los jardines y patios,  sobre todo cuando la neblina y la llovizna creaban un ambiente mortecino y los sobresaltos no eran pocos, como al movimiento brusco de los arbustos, el vuelo de un animal alado, los llantos desgarradores provocados por una muerte cercana o, cuando el cansancio inducía la ilusión de movimiento a las estatuas antropomorfas de los jardines. Aquellos paseos nocturnos si se le podían llamar así configuraban casi una historia de aparecidos.
Pero la siguiente historia es terrenal, al menos eso parece. Es una historia de Residentes, o mejor varias, de aquellos médicos en  entrenamiento que pueblan un  hospital docente, con rendimientos dispares que van desde reconfortantes a desalentadores hasta el ingrato extremo de convertirse en  una tortura para tutores como yo, con poca tolerancia al error en situaciones críticas. Pero solo  hasta hace poco no me enfrentaba a un nuevo tipo de residentes: los sobrenaturales.
M, así lo llamaré pues  debo confesar que no estoy seguro de su nombre o inconscientemente no lo recuerdo, nos fue presentado hace casi un mes y su presencia en nuestro pabellón fue espectral. En su primer día apenas saludó con una sonrisa y se quedó callado el resto de la visita. Luego de enviarlo con la Interna a que le haga un tour por el hospital para conocer los lugares de interés como  radiología, laboratorio, emergencia, cuidados intensivos, entre otros, lo perdí de vista. Hasta allí todo bien y atribuí su silencio inicial a timidez, tacto o simplemente la inseguridad del recién llegado.
Pero el silencio continuó al pasar los días. M no devolvía el saludo que doy a mi equipo cada mañana y, mientras caminábamos hacia el sector de pacientes, parecía seguir al grupo pero desaparecía sin dar explicación ni dejar rastro, para reaparecer de súbito al costado de la cama del paciente. M quedaba mudo y quieto, con la mirada fija al infinito, sin articular palabras o ideas luego de una pregunta suelta. A pasar al siguiente paciente, M  desaparecía pero casi de inmediato lo encontraba sentado en la estación de enfermeras hojeando papeles, unos metros más allá de donde estábamos. Su presencia se había convertido en algo fantasmal, como los hechos de un cuento de fantasmas.
Cuentos que se habían vuelto recurrentes, como los de dos residentes que expiaron su rotación por mi sector unos meses atrás. Uno de ellos, siempre llegaba una hora tarde, empujaba de pronto una de las puertas de acceso, entraba apurado con ese  aspecto particular, delgado, casi calvo, de barba rala y con cabellos largos y desordenados, tenía en los ojos una permanente mirada de asombro que, junto con el mandil y la camisa abiertos, daba el aspecto de una alma aterrada que huía de algo o alguien y, aunque este sí saludaba, su andar rápido por el pasillo no admitía conversaciones y solo lo veía perderse a través de una de las puertas laterales. A la larga nunca estuve seguro si su presencia era real en el pabellón. Yo ya me había acostumbrado a su paso fantasmal raudo y anónimo que siguió igual hasta el día que desapareció definitivamente. El otro residente llegó casi al mismo tiempo con la misma actitud huidiza del primero, era de aspecto rechoncho y correctamente vestido pero, siempre hay un pero con estos casos, tampoco hablaba y sus pasos cansinos lo colocaban siempre en las márgenes del grupo, ocultándose de mis preguntas y si bien su mirada lucía perdida, tenía cincelada una eterna mueca que parecía una sonrisa sardónica, como la de un demonio juguetón, que no se borraba ni en las situaciones más críticas que nos tocaba enfrentar con los pacientes. Lo que ambos residentes tuvieron en común fue no examinar a los pacientes y no emitir opinión, como si su presencia entre nosotros fuera inmaterial.
Así era M, con apariciones por el pabellón que se hicieron sucesivas y cotidianas al punto que se convirtió en parte de la decoración, como los fantasmas de los castillos. Llegué a acostumbrarme, pero no del todo, ya que no dejaba de sorprenderme aquel mutismo e inexpresividad que apenas hacia contraste con la arquitectura del lugar, gruesas columnas, techos altos, claraboyas y ventanas de madera que crujían al batirse. Como la actitud de M ya rozaba con un estado de resistencia militante, opté por ignorar su presencia y como en algunos cuentos extraordinarios no le di importancia al fantasma y hasta me preguntaba si realmente M era capaz de reflejarse en un espejo.
Eso fue hasta cierto día cuando aparecieron unas notas ajenas y anónimas escritas en una de las historias, sin alguien que reclamara su autoría asumimos que eran de M, quien había pasado el umbral del silencio sepulcral para hacer obras materiales, una obra que me recordaba a la mano que escribía una profecía, descrita en el libro de Daniel. Pero al revisar la nota me di cuenta que de haberlas seguido, la enfermedad de mi paciente no habría mejorado en el corto plazo, así que me acerqué a M y le pedí que no escribiera notas inconsultas. Le mencioné además que tal prohibición no afectaba su libertad para opinar y aportar en el manejo de los pacientes. La mirada absorta me sugería que tal vez hablaba por gusto. Sin embargo, las notas desaparecieron pero M continuaba sin hablar y solo nos acompañaba para desaparecer de pronto por uno de los recovecos del pabellón.
Durante los días siguientes M continuó con las mismas actitudes y adquirió una conducta recurrente, la de quedarse horas hojeando los archivos de las historias ya sin hablar con nadie. Un día de aquellos no lo vi más y me dijeron que su periodo de entrenamiento había concluido. Cuál entrenamiento, me pregunte si todo aquel tiempo se había comportado como un espectro, tal como sus antecesores, M había divagado entre las camas de los enfermos como si portara inmateriales y  pesadas cadenas.
Las cosas en mi servicio no cambiaron mucho luego de la partida de M, solo que ya no respirábamos su presencia espectral. Si yo creyera en el mesmerismo hubiese dicho que tal ausencia nos hacia sentir el aire mas ligero y que actualmente nos sentíamos mas distendidos como equipo. Pero a veces pienso si esto no se va a convertir en una constante en los tiempos que vienen, seres espectrales que cada vez son mas comunes que me inducen a imaginar si el extraño vendré a ser yo en un futuro cercano.
Sin embargo, pase lo que pase conmigo, si usted se encuentra con uno de aquellos sobrenaturales en los pasillos oscuros de algún hospital del país, tenga cuidado, no grite, solo le sugiero que pida ayuda lo más pronto posible.