Mi lectura de la semana
es Un verano sin hombres de Siri Hustvedt, casi un monólogo interior desde un
punto de vista muy femenino acerca de los logros y sinsabores de un matrimonio,
sobre todo cuando el esposo decide tomar una pausa.
Como la lectura de un
buen libro siempre tiene lecturas colaterales, esta vez me remití a hojear
algunas páginas de Fisiología del Matrimonio de Honoré de Balzac, para lo cual
solo transcribo algunos párrafos que pueden llevar a la reflexión y otros a una
culpable sonrisa.
“El matrimonio se
deriva de la naturaleza. La familia oriental difiere completamente de la occidental.
El hombre es ministro de la naturaleza, y la sociedad la modifica. Las leyes se
han hecho para las costumbres, y las costumbres cambian”
El matrimonio puede,
por consiguiente, recibir el perfeccionamiento gradual a que todas las cosas
humanas están sometidas.
Estas palabras dichas
por Napoleón en el Consejo de Estado, cuando la discusión del Código Civil,
impresionaron vivamente al autor de este libro…”
Como conoce la historia
Napoleón Bonaparte se casó con Josefina
de Beauharnaiz, para ella fueron sus segundas nupcias y ya contaba con dos
hijos, y luego se marchó a la Campaña de
Italia obteniendo allí parte de su mito como estratega militar. Josefina fue
coronada Emperatriz junto a su esposo en 1804 y años después Napoleón le pediría el divorcio
– aconsejado por su ministro Talleyrand- aduciendo el que ella no podía tener
hijos y casarse con la Archiduquesa María
Luisa de Habsburgo-Lorena, llegando a tener un heredero y consolidando una
unión diplomática con la casa real austriaca. En el ínterin Napoleón se enamoró
de la Condesa polaca María Walewska con quien también tuvo un hijo.
En el libro además de
muchas deliciosas historias matrimoniales, Balzac expone lo que para él son las
razones por las que un hombre podría casarse:
Por
Ambición… esto es muy conocido
Por
Bondad, para libertar a una hija de la tiranía de su madre
Por
Cólera, para desheredar a los parientes colaterales
Por
despecho de una amante infiel
Por
Enfado de la deliciosa vida de soltero
Por
Fealdad, temiendo que llegue un día en que no pueda encontrar mujer
Por
Ganar algo, como Lord Byron que lo hizo por ganar una apuesta
Por
Honor, como Jorge Dandín
Por
Interés, como se hace casi siempre
Por
Juventud, como lo hace un colegial atolondrado
Por
Locura, y el matrimonio siempre lo es.
Por
Maquiavelismo, para heredar cuanto antes de una vieja.
Por
Necesidad, para legitimar a nuestro hijo.
Por
Obligación, cuando la novia ha sido frágil.
Por
Pasión, para curarse de ella.
Por
Querella, para acabar un pleito.
Por
Reconocimiento, y es dar más de lo que hemos recibido.
Por
Sabiduría, como lo hacen todavía los doctrinarios.
Por
Testamento, cuando un tío muerto hace un legado con esa condición.
Por
Usanza, para imitar a los antepasados.
Por
Vejez, para tener quien lo cuide a uno durante los últimos años de su vida.
Por
Yatidí, que es la hora de acostarse y significa todas las necesidades de esa
hora entre los turcos.
Desde
la época que se escribió este libro en 1829, algunas razones han quedado
vigentes, otras no tanto y acaso algunas hayan sufrido una leve transformación
para actualizarse.
Queda
en la conciencia de cada uno saber porque lo hizo. Mientras tanto me voy acercando al final de la novela de Hustvedt y en algunos casos confirmando o conociendo de novo los diversos matices de la naturaleza humana.
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