viernes, 8 de febrero de 2013

Primeras Lecturas

 
De la Tierra a la Luna fue la primera novela que léi por voluntad propia, desde entonces centernares de obras han paseado por mi memoria. Aquella vez la lectura de una bala disparada hacia la Luna me permitía dar esos saltos temporales a los mundos inexplorados de mi imaginación. En aquellas fantasías infantiles me sentía más alto, más fuerte y más avezado de aquel niño de anteojos grandes que prefería ver la vida desde la periferia y que disfrutaba mucho de conversar con los adultos.  No sé si la lectura acrecentó mi tendencia a la soledad o la lectura impenitente es solo una expresión de mi personalidad. Lo cierto es que los libros aparecían uno tras otro, pero no sólo eran los grandes tomos, devoraba los diarios, los chistes (ahora llamados comics) y las revistas.  Antes me bastaba leer, luego comentaba las lecturas en las reuniones a las que me llevaban mis padres, luego en el colegio y la universidad las lecturas eran alimento para las discusiones literarias o científicas. Con el tiempo caminar con un libro en la mano o dentro de la mochila se convirtió en una obligación como el de cargar siempre las llaves de la casa, mientras éstas me permitían el ingreso al hogar, aquellos me abrían el paso a otros mundos.
 
Ahora en cada lectura o relectura, coloco un post it en las páginas que para mí son relevantes y he llegado a armar fichas bibliográficas con cada libro que leo. Además cada novela me lleva a otras obras, de ficción o ensayo, a lo que llamo lecturas paralelas y he llegado incluso a utilizar las novelas como base para mis discusiones clínicas. Un libro llena todos mis espacios en blanco en una suerte de barroquismo literario o miedo al vacío temporal.
 
El mundo de la novela es una realidad virtual que permite alcanzar otras magnitudes de la dimensión humana. Por eso, anímense a leer novelas, es una experiencia de la que no querrán salir.
 
Lo puedo asegurar.