miércoles, 2 de junio de 2010

¿Familias Felices?


Todos somos iguales pero algunos somos mas iguales que otros, una frase utilizada para justificar las barreras sociales que determinadas familias colocan como barricadas alrededor suyo y que se puede aplicar a la familia Hesse, leit motiv de la última novela de Alonso Cueto.

La Venganza del Silencio está contada desde la voz narrativa de Antonio Hesse, quien en la adolescencia queda huérfano en un accidente que no se nos esclarece al principio. Desde entonces pasa a ser adoptado por la familia, la cual está controlada por el tronco matriarcal que representa Adriana Hesse.


Mi tía Adriana tenía un rostro angular, hecho de una superficie de porcelana. Su pelo rubio, alineado en hebras gruesas, estaba ajustado en un molde, como una aureola dura, alrededor de la cabeza. Sus facciones convergían alrededor de unos ojos de acero. Recuerdo haber pensado que su rostro era el mapa de una pasión que subordinaba a todas las otras: la pasión por el orden. Todo parecía organizarse en su cuerpo alto y proporcionado que daba una sensación extraña de impenetrable armonía.


La familia Hesse es un clan, heredado y manejado por Adriana, depositaria de un legado que tiene que controlar con mano de hierro, aplastando disidencias y cortando por lo sano, todo esto acompañado de una provisión de armonía. Es una aduana implacable de las motivaciones personales y de los escapes terrenales del alma humana. Es un filtro necesario que mantiene la hegemonía totalizadora familiar. No es gratuito entonces que los Hesse sean dueños de un banco, imagen de fortaleza, abundancia y estabilidad. Para la tía Adriana manejar una institución financiera y su familia es lo mismo.

Si bien la historia acompaña el recorrido vital de Antonio, trazado acaso desde antes de nacer, es una saga familiar, que demuestra, entre otras cosas que la disciplina, la organización y la constancia proveen de estabilidad y orden pero no dan amor. Que ninguna pasión puede subordinar a otra explica porque el esposo de Adriana termina muerto, y que esas pasiones no conocen de convencionalismos impuestos desde una jerarquía. Primera moraleja: la sumisión total significa la extirpación de instintos naturales.

La muerte del tío Adolfo, rompe el orden narrativo precedente, dedicado a dibujar la estructura familiar y su orden de jerarquías y funciones, así como los vasos comunicantes con la servidumbre. Luego del asesinato tenuemente aparecen las manos del tramoyista (o tramoyistas) que mueven los engranajes familiares. El aparente orden familiar está lleno de intrigas, palabras no dichas y verdades encerradas bajo el prestigio.

Por eso que para las familias endogámicas, como las de los Hesse, el ingreso de un forastero social es penalizado. Si ocurriera, como ocurre realmente en la novela, existen algunas alternativas: deberá den ser extirpado, hasta de manera cruenta si fuera necesario, o en el caso más benigno el recién llegado deberá de aceptar su lugar y rol y a partir de entonces ejecutarlo con disciplina y constancia. Por eso, la relación entre Antonio y su prima Sonia, es atenuada bajo la premisa de mantener el orden establecido.

Cualquier alteración del delicado equilibrio del clan, logrado a costa de un sacrificio que alguien tiene que asumir, en este caso Adriana, es vista como una amenaza y no como un cambio necesario en la evolución natural de las cosas. Por eso la inflexión argumental que significa la muerte de Antonio, sorprende a la familia en la superficie de los hechos pero no en su esencia. Como se puede ver en los capítulos posteriores, los miembros del clan hubiesen querido una salida menos traumática, pero los accidentes pasan. El tío Adolfo, en la búsqueda de su propia felicidad, cometió el error de suponer que engañaría al orden. Y fue derrotado. En tal situación no valen los dramas, solo volver a ordenarse. Como en las fotos familiares que custodian el honor de la familia Hesse, todos deben de acomodarse y sonreír para el público y la posteridad.


Las familias son instituciones que aspiran a prosperar a veces a costa de la sociedad, me dijo una vez mi tío Adolfo. Son árboles que crecen para extender sus ramas. Adquieren sus fuerzas de unas raíces antiguas y profundas, y se expanden, tratando de arrebatar el aire y el agua del resto del mundo. Esas ramas cobijan a los suyos, y mientras más frondosas y grandes sean, hay lugar para más personas bajo su protección. Pero solo los miembros de la familia pueden estar allí. “La familia es una conspiración contra el mundo” concluyó.


El único que parece sorprendido, herido y engañado es Antonio Hesse, un personaje inicialmente ingenuo, seguro de su entorno, su rol y su futuro hasta que decide investigar la muerte del tío Antonio. Al igual que en la Hora Azul, tenemos un personaje que va tras las huellas de una figura paterna perdida. En su búsqueda hay algo de remordimiento, algo de ira y algo de curiosidad malsana. Ya que Antonio reprochó malamente desde la esquina de su inexperiencia las actividades del tío y en la narración se vislumbra una soterrada atracción erótica de Antonio hacia la hija del chofer de la familia.

En la pesquisa de Antonio se cruzan los argumentos y personajes propios de una trama policial: un detective, sus propios familiares, parte de la servidumbre familiar. Cuando Antonio termina de juntar las piezas, las limpia de las impurezas de las intrigas y pruebas falsas sembradas, desentraña la verdad del asesinato. Pero eso que podría ser el fin en sí mismo se diluye cuando, por serendipia, descubre el verdadero y oscuro engranaje que mantiene en orden a su familia. Una revelación que acaso, como la historia del matrimonio de sus propios padres, que también descubre en el camino, hubiese querido no saber.


Creo que el viaje más largo, el más agotador, el que en peor estado dejó los músculos de mis piernas, fue el que hice esa noche por las escaleras al segundo piso de mi casa.

Con el develamiento de la verdad la narración se coloca en una encrucijada. Con el remezón de los cimientos familiares, Antonio se cuestiona su presencia en la casa matriz, hecho que se resuelve con el rescate emocional que le provee su prima Sonia, es decir la familia nutricia salvando a uno de sus integrantes. Para Adriana, si no estará pagando la audacia de casarse con alguien que no era de su clase y, además, cuestionarse una vida pegada a sus principios, de llevar a cabo la actuación magistral pero infeliz de una ficción, no de vivir para buscar una felicidad simple y terrenal, sino de vivir para mantener una imagen socialmente correcta, como se dice en la aparente carta que le escribió el tío Adolfo antes de morir:


Tú has sido eso para mí Adriana: una roca, un puerto, un centro. La eternidad, la constancia, la seguridad. En este mundo tan cambiante, tu has sido lo permanente.

Las personas pasan, las familias quedan manteniendo su propio orden parece decir la novela. De las personas solo quedan las fotos y las ficciones que construyen los que llegan detrás, pero cabría preguntarse si la frase aquella de “Todas las familias felices se parecen” no esconde un grado de desgracia en los lazos familiares, que no vemos directamente pero que alguien carga con estoicismo.

La Venganza del Silencio nos da una moraleja de cómo las pasiones no pueden subordinarse hasta silenciarlas sino que deben aprender a modularse. Es una moraleja además del poder de la ficción que utilizan algunas personas para soslayar las desventuras de la vida misma.

martes, 1 de junio de 2010

Realidades Vicariantes


Con Estrella Distante de Roberto Bolaño tengo una deuda, la estaba leyendo cuando sobrevino el terremoto en Chile. La terminé de leer cuando nos enteramos de la tragedia del tsunami, la remoción de escombros y las reacciones humanas ante la desolación. La reseña que preparaba quedó a medias. Hasta hoy.

Según Bolaño, Estrella Distante es una ampliación del último capítulo de Literatura Nazi en América, donde funcionaba como un anticlímax. Ese capítulo es el germen de la novela, una historia que creció hasta hacerse una compleja y delicada trama de historias personales engarzadas, desgarradas y escondidas dentro del drama social que fue el Golpe Militar de Pinochet.

La novela abre con la descripción de Alberto Ruiz Tagle, un alumno de talleres de poesía en Concepción, encuentros donde también se hablaba de política, revolución y lucha armada.Ruiz Tagle es un alumno muy particular y opuesto al promedio estudiantil. Carlos Wieder es un joven aviador de la FACH que tiene como costumbre escribir poemas en el aire piloteando un viejo avión de la Segunda Guerra. Wieder es un agente encubierto que se encarga de desaparecer supuestos militantes de izquierda a órdenes de los servicios secretos. Ruiz Tagle y Wieder son la misma persona.
Primero fue una sospecha, luego un descubrimiento al que llegaron el narrador personaje y sus amigos Bibiano y la Gorda, aprendices de poetas, al juntar sus pequeñas evidencias como naipes que se van tirando sobre la mesa en medio de un macabro juego de adivinanzas. Sin embargo para otros integrantes del taller, sobre todo mujeres seducidas por los encantos y educación de Ruiz Tagle, lo descubrieron en el instante mismo de la muerte.

La historia inicia con estas conjeturas y con el aplastamiento de las esperanzas de una sociedad, en especial la juventud universitaria, que ve como sus proyectos personales transmutan en paranoia, una sociedad que deviene en perseguida, torturada o desaparecida, o las tres cosas. Entramos a un juego de mascaras en los que presas y depredadores disfrazan sus realidades y a un estado de sitio emocional, desgarrador y cínico. Una fractura social posterior al Golpe de Estado, pero acaso incubada desde antes, que alcanza cual onda expansiva, a los que salieron de Chile. Una patria desde el exilio alcanzada por los largos tentáculos de la Dictadura o acercada a través de los recuerdos y afectos de los expatriados.

Pero también vemos la propaganda monolítica y triunfalista del poder, la cara impostada de una victoria excluyente. Un mundo de imágenes, de demostración de fuerza y de luchas intestinas por ganar favores de la cúpula. En medio de ellos está Wieder, el joven oficial apuesto, un eximio aviador que escribe poemas de humo en el cielo:


Sobre el aeródromo de Las Tencas, para un público compuesto por altos oficiales y hombres de negocios acompañados de sus respectivas familias – las hijas casaderas se morían por Wieder y las que ya estaban casadas se morían de tristeza- dibujó, justo pocos minutos antes de que la noche lo cubriera todo, una estrella, la estrella de nuestra bandera, rutilante y solitaria sobre el horizonte implacable.



Wieder, es la cara sonriente y avasalladora que representa a los esbirros del régimen, que posee una terrible y abominable combinación de opuestos, la de un militar cumpliendo sus deberes, hasta los más infames, con la precisión de un mecanismo relojero; un criminal que se presenta en sociedad escribiendo poesía en un cielo amenazado por una tormenta. Estrella distante se convierte así en una alegoría del Chile oscuro de la dictadura, campo abierto de una guerra fraticida. Y así una tarde frente a la oficialidad Wieder escribe en el aire el siguiente poema:



La muerte es amistad
La muerte es Chile
La muerte es responsabilidad
La muerte es amor
La muerte es crecimiento
La muerte es comunión
La muerte es limpieza
La muerte es mi corazón
Toma mi corazón



Wieder es un psicópata que más allá de las órdenes disfruta degollando a sus víctimas. Registra en fotografías su comunión insana con la muerte. Wieder mutila a culpables e inocentes sin piedad, con constancia. Su soberbia por las acciones acometidas, la que le impide un atisbo de empatía con el resto, lo lleva a montar una macabra exposición fotográfica sobre sus crímenes, no ourriendosele mejor idea que presentarla en una fiesta de oficiales. Pero hasta el lado oscuro tiene sus límites, a causa del develamiento de tales atrocidades Wieder es impedido de continuar sus actividades y separado de sus funciones.

A partir de esa noche las noticias sobre Carlos Wieder son confusas, contradictorias, su figura aparece y desaparece en la antología móvil de la
literatura chilena envuelto en brumas, se especula con su expulsión de la Fuerza
Aérea en un juicio nocturno y secreto al que él asistiría con su uniforme de gala aunque sus incondicionales preferían imaginárselo con un capote negro de cosaco, con monóculo y fumando en una larga boquilla de colmillo de elefante.
A partir de ese momento se conoce de Wieder a través de conjeturas, de ficciones creadas por los que se sintieron afectados por él, que ciertas o no que solo acrecientan su estela fantasmal. Se dice ya que tenía la cualidad camaleónica de insertarse en nuevos medios, funge de poeta, de crítico literario y hasta de camarógrafo de peliculas porno. Es en ese momento que regresa el personaje narrador de la novela, uno de los aprendice de poeta de Concepción, ahora habitante de la diáspora de chilenos exiliados a causa de la persecución de la dictadura. Nuestro narrador esta en España y conoce a un tal Abel Romero, un astuto pero olvidado ex policía con talento para las actividades detectivescas. Un par de exiliados, en añoranza de un Chile físico que ya los ha olvidado.

Abel Romero tiene un encargo, el de recuperar lo que se sabe de Wieder y de encontrarlo. A través de sus ejercicios de investigación y de lógica deduce que una pista certera es sumergirse en la exploración de revistas de literatura, entendiendo que escribir es una pulsión inacabable y que Wieder podrá cambiar de identidad pero no de costumbres. Y es en la lectura de centenares de fanzines literarios que el narrador personaje encuentra a Wieder agazapado tras un pseudónimo, descubre su filosofía de vida en un artículo sobre la necesidad del ejercicio de la poesía a cargo de los no-poetas, de cambiar todo desde sus cimientos, desde una virulenta y petardista vanguardia. Entonces comenta sus hallazgos a Abel Romero y van en busca de Wieder. al que ubican y llegan a encontrar en un café:



Parecía estar pasando una mala racha. Tenía la cara de los tipos que saben esperar sin perder los nervios o ponerse a soñar, desbocados. No parecía un poeta. No parecía un ex oficial de la Fuerza Aérea Chilena. No parecía un asesino de leyenda. No parecía el tipo que había volado a la Antártica para escribir un poema en el aire. Ni de lejos.


Romero y él estuvieron cerca de Wieder. Lo escudriñaron hasta asegurarse de su identidad. Salieron del lugar, pero a los pocos minutos Romero regresa solo a encararlo, acaso a ejecutar una venganza del pasado, una vendetta del silencio de los derrotados y desaparecidos o solamente para alcanzar una gloria personal. Minutos después de ese encuentro regresa Romero, tranquilo y llevando unos papeles bajo el brazo.

Estrella Distante es historia y alegoría a la vez. Una novela que narra los caminos divergentes, sinuosos y hasta encontrados de miembros de la sociedad chilena posterior al golpe de estado de 1973. Es a su vez una apología de la literatura vista como ficción y constancia, como creatividad y modo de vida.

Y el título es sorprendente por las múltiples implicancias: un Chile alejado, una patria ausente vista ya sea desde su propia geografía o desde el exilio. Una luminosidad parpadeante, inquietante y difícil de alcanzar como la literatura. Una personalidad brillante, lejana a causa de su maldad, incomprendida e incomprensible. Una ilusión que en lontananza es atractiva pero de cerca podría destruir ¿el poder? ¿Las utopías?

Quien sabe. Lo cierto es que Estrella Distante es una pieza de filigrana literaria, corta pero contundente.