lunes, 17 de diciembre de 2007

La Casa de las Bellas Durmientes


Fuente: University of Cambridge

En La Casa de las Bellas Durmientes de Yasunari Kawabata, unos ancianos pagan para dormir acompañados de jóvenes desnudas. La única condición es no someterlas a estupro o tortura, pero quedan libres de desplegar todas sus fantasías así como de sentir el aroma y el calor de las muchachas, algunas de las cuales son vírgenes. La mujer que cuida este aparente santuario sexual, pródigo en reglas y ritos, advierte a Eguchi, su ocasional visitante:

-Y le ruego que no intente despertarla, aunque no podría, hiciera lo que hiciese. Está profundamente dormida y no se da cuenta de nada -la mujer lo repitió-: Continuará dormida y no se daría cuenta de nada, desde el principio hasta el fin. Ni siquiera de quién ha estado con ella. No debe usted preocuparse.

Además Eguchi es advertido que si no puede conciliar el sueño puede tomar un sedante que está apostado en el velador, pero no puede consumir alcohol. Eguchi, con sus sucesivas visitas, se convertirá en un huésped de confianza, ya que al parecer se accede a la casa por invitación, por primera vez se acuesta con la joven narcotizada.

Se deslizó quedamente bajo ella, temeroso de que la muchacha, aunque sabía que seguiría durmiendo, se despertara. Parecía estar totalmente desnuda. No hubo reacción, ningún encogimiento de hombros ni torsión de las caderas como sugerencia de que ella notaba su presencia. Era un muchacha joven, y por muy profundo que fuera su sueño, debería haber una especie de reacción rápida. Pero él sabía que éste no era un sueño normal.



Al estar al lado de ella, desnudo, con una potencia viril activa pero declinante a sus sesenta y siete años, Eguchi siente el acoso de la vejez. Esta allí imposibilitado de conversar con la muchacha, de despertarla para establecer comunicación, ya que a la larga todo acto sexual es un acto de comunicación. Solo le queda aspirar de su aroma, de su respiración dormida, de capturar la juventud tibia que le viene a través de las sábanas, de desplegar sus recuerdos y fantasías con contemplación, minuciosidad y angustia. Y todo, la muchacha, el viejo, el terciopelo y el sonido del mar que viene desde fuera configuran un cuadro donde la presencia de la joven actúa como contraste que resalta la vejez de Eguchi. Como en las coloraciones de los tejidos que se usan en el laboratorio de Patología, tejidos que una vez exudaban vitalidad, ahora congelados por la parafina, recobran un aire fresco con las tinciones.

En la Foto: Mycobacterias rojas yacentes sobre un fondo de Azul de Metileno

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