lunes, 14 de mayo de 2007

El Retrato de Sábato



El Túnel de Ernesto Sábato, es el retrato de un artista atormentado. Hace más de una semana lo terminé de leer como parte de un ciclo de lecturas. La psicología del personaje me dejó impresionado. Juan Pablo Castell, pintor mediocre, neurótico y misántropo, dependiente de la figura materna, inicia el relato confesando un crimen pasional. Su via crucis sentimental comienza al percatarse de una joven, María, que queda absorta a un detalle de su cuadro Maternidad, más que al conjunto de la pintura. "Durante los meses que siguieron, sólo pensé en ella, en la posibilidad de volver a verla. Y, en cierto modo sólo pinté para ella..."

Luego, página tras página estamos ante las ideas intrusivas de Castell, en las maneras de abordar a la chica, de sus dudas, de sus idas y venidas, de todas las posibilidades de encuentro casual que se abren como un abanico. Pero esos pensamientos , al margen de generar ilusión, lo hacen sufrir, lo ponen triste y ahondan su frustración. En este recorrido, Castell es capaz de soportar horas de horas frente a la puerta de un edificio, rumiando sus obsesiones.

Finalmente llega a abordarla, con la energía contenida de toda su ansiedad y deseo insatisfecho, confiesa su atracción enfermiza, tratando de interpretar cada palabra de María, cada gesto, cada silencio. La relación amical entre Castell y María avanza dubitativa, hasta el descubrimiento del esposo ciego de María y una nota que ella le deja con él, que dice secamente: Yo también pienso en usted.

Aquí comienza un juego de cazador y presa, teniendo la nota de ella como estandarte de caza, donde las figuras por momentos se invierten y se distorsionan, una atracción mutua y perversa que crece en espiral, como lo describe Castell: "Mi cabeza era un pandemonio: una cantidad de ideas, sentimientos de amor y odio, preguntas, resentimientos y recuerdos se mezclaban y aparecían sucesivamente..."

Castell acosa y asfixia a Maria con una serie de preguntas y especulaciones. Sus deducciones están llenas de una secuencia lógica, hasta cierto punto matemática y algebraica, hasta llegar a la agresión psicológica. Ella estira ese vínculo oscuro respondiendo con silencios y ausencias que enervan la frustración del pintor.

En esa búsqueda frenética, a un agotado Castell se le revela su vida tacitura y aislada como un gran pasadizo, "...en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida...", a diferencia del resto de personas que vivían en un mundo ancho y libre.

Víctima de sus propias obsesiones, que lo llevan a una persecución incesante de Maria, Castell, ejecuta su clímax como un moderno Otelo , "Tengo que matarte María, me has dejado solo", es el acto final e insensato, que cierra dolorosamente su túnel, su hermético infierno interior.

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