jueves, 10 de enero de 2008

El Tenue Hilo

Fuente: www.mit.edu

Un brote de cólera se expande tan rápido como el fuego en un incendio. En condiciones sanitarias insalubres, miles de bacterias se trasmiten viajando a través del agua o los alimentos contaminados. Estas bacterias flageladas conocidas como Vibrio cholerae, provocan diarreas copiosas de hasta dos litros por episodio, llegando a deshidratar a una persona en un lapso de horas.


Para que la transmisión ocurra se requieren que cien mil bacterias, provenientes de las heces de un sujeto enfermo, contaminen el agua o alimentos. Asimismo, las bacterias flageladas pueden provenir de cadáveres manipulados sin una desinfección previa. A pesar de ser hoy una epidemia de baja mortalidad, menor al 1%, si las condiciones son insalubres, la mortalidad puede ser mayor al 50%, como el caso de Mei Tan Fu. Entonces, Fane, el Coronel Yu y las monjas del Monasterio tuvieron que lidiar con un desproporcionado aumento de cadáveres en una zona de campesinos.

Era necesario entonces, consumir agua y alimentos hervidos, así como desinfectar los cadáveres antes de que la familia los manipule para el velorio. Una pronta inhumación era recomendable. Por otro lado, se requería que la disposición de las excretas de las personas afectadas sean desinfectadas, ya que un enfermo puede expulsar entre una a cien millones de bacterias por vez.
Por eso no se podrá saber como cayó infectado Walter Fane, que conocía como lidiar con la transmisión. Acaso, el aire incierto, nocivo y enrarecido de las circunstancias con Kitty fue el que provocó su enfermedad.
Una vez presentada la enfermedad, las diarreas abundantes y la súbita deshidratación, literalmente secan al individuo y mudan un rostro normal en cadavérico. Se hunden los ojos, se marchitan las mucosas y se apergamina la piel. El enfermo siente los azotes de los calambres y de los vómitos, mientras continúa consumiéndose hasta quedar azul, con la voz inaudible y el pulso como un tenue hilo que separa la vida de la muerte.
Era una sala estrecha, y las lamparas humeantes la bañaban con una claridad mortecina y siniestra...Su inmovilidad le desgarraba el alma, le espeluznaba que él estuviese tan quieto, como preparándose para la quietud de la tumba.
En la foto: un danzante Vibrio

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