En el año 2004 casi 75 millones de norteamericanos tuvieron alguna forma de enfermedad cardiovascular. Philip Roth aisló una de esas historias, simples y cotidianas para llevarnos a reflexiones singulares sobre la enfermedad, el envejecimiento y la muerte.
La mortalidad cardiovascular es casi un tercio de las causas de mortalidad en los Estados Unidos, lugar donde se desarrolla la novela, la causa principal del daño cardiovascular es la Ateroesclerosis, palabra que proviene del griego athero (pasta) y skleros (duro/piedra).
La Ateroesclerosis es una condición bajo la cual, de manera inexorable, silenciosa y continua se depositan capas de colesterol en las arterias, haciendo del árbol vascular que irriga todos los órganos del cuerpo un sistema de cañerías anquilosadas que irrigan pobremente los tejidos.
Existe una predisposición genética para el desarrollo de ateroesclerosis, otros factores son el sexo masculino, una dieta rica en grasas saturadas (de origen animal sobre todo), el tabaquismo, la vida sedentaria, una personalidad tipo A (dominado por el stress, hiperactivo, impaciente, incapaz de relajarse) y la coexistencia de otras enfermedades como Obesidad, Hipertensión Arterial o Diabetes.
El colesterol depositado forma placas que se adhieren al lumen vascular, se organizan, se perpetúan y luego se desgarran. La inflamación subsecuente provoca la formación de coágulos que taponan el discurrir normal de la sangre, asfixiando asi a los tejidos circundantes.
De este modo, la ateroesclerosis puede detonar en cualquier momento y en cualquier lugar del árbol vascular provocando un infarto de miocardio, una apoplejía cerebral, una obstrucción de arteria renal o de la arteria carótida.
Un año después de que le hubieran operado de la arteria carótida le hicieron un angiograma en el que el médico descubrió que había sufrido un infarto de miocardio silencioso debido a la obstrucción de un injerto.
Cada evento vascular se suma al anterior, resintiendo un nuevo órgano o empeorando la precariedad de uno ya dañado, la vida se convierte en un estado de supervivencia constante, de un juego para eludir a la muerte y a la decadencia física.
Convertida en una epidemia de la modernidad, la aterosclerosis, inflamación crónica e implacable de las arterias, ataca a mansalva a millones de personas, como un francotirador invisible apostado en medio de las debilidades humanas.
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