Leyendo
el libro Mi Hospital de Víctor Alzamora Castro, uno de los profesores que vivieron
la crisis que provocó el cisma de la Facultad de Medicina de San Fernando en
1961. El Dr. Alzamora fue uno de los ideólogos de la Unión Médica de Docentes Cayetano
Heredia que luego dio lugar a la universidad del mismo nombre. Murió prematuramente
de un infarto cardiaco a los 47 años justo la noche que se firmaba el acta de
fundación de la entonces nueva asociación docente. Fue cardiólogo y en sus
últimos años se dedicó a investigar en los archivos de la Beneficencia Pública
de Lima. De esos archivos y la experiencia personal salió Mi Hospital, con
datos relevantes como el que a continuación describo:
Los cuidadores
de enfermos de mayor jerarquía, aunque no eran los mejor pagados, fueron los “topiqueros”,
llamados así porque aplicaban tópicos. A éstos les seguían los “barchilones”,
trabajadores anónimos que prestaban a los enfermos los servicios más humildes.
Vale la pena mencionar el origen del apelativo “barchilón”. En el siglo XVI
vivió en el Perú don Pedro Hernández Barchilón, español caritativo que dedicó
su vida al cuidado de los enfermos. La palabra “barchilón” no debería ser nunca
olvidada ni olvidada de nuestro léxico hospitalario y de ella podemos estar
justamente orgullosos…
Se
cuenta además que nuestro San Martín de Porras era un “barchilón” que trabajaba
en el Convento de Santo Domingo y asiduo visitante del Real Hospital san
Andrés. “Martín fue empleado de botica,
barbero y experto sacamuelas; aprendió el arte de colocar sanguijuelas para
hacer sangrías y llegó a ser hábil flebotomista”
Como
en todo orden de cosas los barchilones podían ser buenos o malos y fueron dejándose
de lado con la aparición de la Escuela mixta de Nurses y enfermeros en 1915.
Sin embargo, el apelativo continuó por muchos años.
Lamentablemente
esta palabra con los años adquirió una connotación peyorativa y dejó de ser
usada. Aún persiste el vocablo en la memoria y dicción de nuestros padres pero
hoy casi ni se escucha en los hospitales. A “barchilón” siguió “auxiliar” que
rápidamente se convirtió en “técnico”, que es la palabra de uso común
actualmente.
Un
apelativo peruano que se extendió por toda la América hispana y hasta se
menciona en las Tradiciones Peruanas de don Ricardo Palma.
Un
ejemplo sobre el nacimiento y caída de algunas palabras.
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