Las ideas se asocian de maneras inesperadas. El pasado fin de semana leía un mensaje de uno de mis alumnos, una de sus consultas quedaba fuera del ámbito clínico: que fué primero, la pasión por la Medicina o la Literatura.
Por otro lado, revisaba en los diarios el domingo un comentario sobre la última película de Josué Mendez, Dioses, que ví en el pasado Festival de Lima. Un fresco que se mueve al filo de la crítica y la ádmitación de la clase alta limeña. En uno de los pasajes de la película se menciona la historia de Cronos, dándole el doble mensaje a la estructura narrativa del film.
Fue en ese momento en que dos líneas aparentemente paralelas hicieron una inflexión para cruzarse.
Cronos, uno de los Titanes, nacido de Gea (Tierra) y Urano (Cielo), fue el encargado de vengar la costumbre de su padre de desterrar a sus hijos, Titanes, Cíclopes y Hecantóquiros (gigantes de cien manos) en el Tártaro (Inframundo). Cansada de éste hábito, Gea convenció a Cronos, quien envidiaba a su padre, de que lo matara. Durante una emboscada Crono logró castrar a Urano.
Alcanzado por una maldición, Crono, quien se casó con Rea, devoraba a sus hijos para evitar ser derrocado. Finalmente, Rea evitó que sus hijos Zeus y Poseidón fueran engullidos al ofrecer a Cronos una piedra envuelta en pañales. Zeus, ya adulto, consiguió con un emético hacer que Cronos vomitara a sus hermanos que permanecían dentro de su cuerpo. Luego de intensas batallas, Zeus se impuso e inició la dinastía de los Dioses del Olimpo.
En estas guerras las lealtades se alternan y las supremacías también. Fue en ese momento en que apareció mi epifanía y la respuesta a la consulta de mi alumno.
No recuerdo bien cual fue primera, mi pasión por la Literatura o la Medicina, sólo recuerdo que desde siempre leía todo lo que tenía a mi alcance y entre mis visitas al médico por ser tan enfermizo o los juegos de doctor que me regalaban, nació mi vocación médica, en una edad en que mis amiguitos querían ser astronautas o presidentes. Ambas disciplinas se convirtieron en el cielo y la tierra para mi, en una época en que tú unica responsabilidad es la de ser un buen hijo.
Pero un día, no recuerdo cual, la Medicina se tragó a la Literatura, la fagocitó. Si bien hubieron algunos espasmos narrativos durante mis épocas de la facultad o los primeros años de vida profesional, me dediqué por completo a ser médico, en todos sus matices y estilos: clínica, investigación, salud pública, docencia.
Luego de tal exploración reapareció la necesidad de leer y escribir. Primero fueron cartas, luego pequeños artículos en revistas locales, luego trabajos más elaborados como Reportes, Ensayos y Tesis. En cada uno de ellos aparecía un epígrafe literario.
Hasta que un día en la Escuela, que liberó a todos mis dioses internos, construí mi primer cuento, imperfecto y arcaico. que distantes estaban los días de aquel cuaderno repleto de poemas clandestinos que regalé a mis veinte años a una quinceañera de cabello castaño de la que andaba enamorado.
Mis dioses han vuelto para quedarse, con ellos leo a los Titanes (literarios) y escucho a las Musas.
Creo que la pregunta ha sido respondida.
1 comentario:
y de qué manera...
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