viernes, 13 de septiembre de 2013

Antiguos vasos comunicantes


En Villa Diodati, aquella noche veraniega y tormentosa cuatro escritores decidieron escribir un relato de terror, el resto es historia conocida. Lo que pocos saben es que uno de ellos también era médico.
 
Tiempo después y salvando las distancias algunos personajes de la bohemia limeña, como Valdelomar y Mariátegui, en 1917 ocasionan un truculento incidente de madrugada en el cementerio Presbítero Maestro, una bailarina rusa improvisa una danza bajo los acordes de La marcha fúnebre de Chopin. El administrador que otorga el permiso apellidaba Valega.

Años más tarde, el hijo de este señor se convierte en médico, se llamaba Juan Francisco Valega (1895-1988). Fue discípulo de Hermilio Valdizán, trabajó como Director del Hospital Larco Herrera y discutía casos clínicos con la elite psiquiátrica de entonces, entre ellos Honorio Delgado y Enrique Encinas. Pero Valega era amante de la buena conversación y de la bohemia, congregándose en los bares de la antigua Plaza san Martín y formando parte de un grupo conocido como el “Muro de las lamentaciones” que era comandado por el poeta José Gálvez y entre quienes se destacaban: Hugo Pesce, José Diez Canseco, Oswaldo Hercelles, Martín Adán, José Sabogal,  Alejandro Belaunde, Adán Felipe Mejía “El Corregidor”, entre otros. El Muro era un conciliábulo de artistas, poetas, escritores, intelectuales y profesionales que conversaban de todo un poco, amén de los chismes de la Lima de la belle epoque, épocas de Absinthe y pisco.

En 1918, Valega utilizando el seudónimo de Máximo Forits se cartea con Abraham Valdelomar, a propósito de la aparición de “El Caballero Carmelo”

 
Conde:
He experimentado verdadero deleite al leer El Caballero Carmelo. Pinta usted de modo admirable un medio en el que viví mi infancia. Me ha traído usted un tropel de recuerdos queridos…La belleza brota de la pluma de usted sin esfuerzo ni alambicamientos. La labor del artista no asoma ostensiblemente en parte alguna, No le domina tampoco la manía de traer a colación palabras de uso raro o desconocido. Se lee El Caballero Carmelo sin el auxilio enojoso del diccionario…La literatura como arte está reñida con la improvisación y con la imperiosa obligación de producir…Conde, ¿por qué no emprende usted la novela? Ríase usted del criterio que afirmó que el medio este no se prestaba. Esta fue declaración antojadiza… Conde usted no sabe quién soy: pero yo le conozco desde hace seis años. Usted se había subido a una banca de la Plaza de Armas. Era de noche. A juzgar por los gritos delaplebe corría época de elecciones. Usted, con su voz de timbre agudo, trataba de exaltar, con fines políticos, el ánimo entelerido de sus oyentes. Desde entonces le he leído a usted y le he admirado. Un día nos hicimos amigos, sin presentación de nadie”

Máximo Fortis

 

Y la respuesta no tardó en aparecer publicada con un epígrafe:

 

Para vivir en el futuro,
Basta un alma que nos comprenda
(Abraham Valdelomar. Del libro Holocausto)

 

Querido Máximo Fortis:
Recurren los fotógrafos para llamar la atención de los niños que van a retratar, a una muy sencilla y lírica estratagema: les hacen creer que de un determinado punto del muro va a salir volando una palomita blanca…entretanto el fotógrafo ha impresionado algunas placas y seguro de su triunfo, abre tamaña bocaza y declara su engaño… Pues bien, querido amigo. Yo he sido durante los primeros años de mi arte, un fotógrafo completamente desafortunado…el público –que es y será siempre un niño grande, malcriado y caprichoso- no fijaba su atención en el punto que yo había menester para obtener éxito en mi arte…y recurrí a la maña del fotógrafo. Mis compañeros de hoy en la literatura y, sobre todo, mis sucesores de mañana, no acabarán nunca de agradecerme el servicio que les he prestado, ni podrán medir bien mi sacrificio….Yo vivo en un mundo de pura belleza; para mí no existe sino lo que es bello…Mi arte es para los limpios de corazón, para los sanos de espíritu, para los ebrios de ilusión…Yo no soy sino un pobrecito Enviado extraoridianrio y Ministro Plenipotenciario de Dios entre ustedes… Mi sastre me espera, querido y bondadoso amigo Máximo Fortis y por ellos me veo precisado a cortar esta charla, en la cual quise agradecer los entusiastas, claros y justísimos elogios que ha hecho usted a mi precioso libro El Caballero Carmelo.

Mande usted a una guisa en la persona de El Conde de Lemos

 
Tal intercambio epistolar está inscrito en la historia literaria peruana, como tantas otras acciones de Valega, relatadas en el libro “Juan Francisco Valega y la Lima de su tiempo” de Javier Mariátegui.

Finalmente, como los vasos comunicantes son múltiples, hace un par de semanas visité la muestra de la obra de Sabogal en el Museo de Arte. En una de las vitrinas aparecían páginas de un tomo que compilaba las ediciones de la revista Amauta, nombre dado por el artista y donde colaboró con la ilustración de sus portadas. En una de las esquinas de la publicación aparecía este aviso:

Juan Francisco Valega
Médico del Hospital Loayza.
Domicilio: Chacarilla 430 – Teléfono 11-09.
De 2 a 6 p.m.

Entonces la antigua historia de médicos envueltos en el arte está muy lejos de terminar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El Caballero Carmelo ... Obra primordial que nos hacian leer y entender en el colegio, ahora los jovenes LEEN??? Se ilusionan con leer y fantasiar en la historia NO! Solo les interesa el celular, mp3, el internet etc, ensenemos a los jovenes a LEER