Hoy
salió a la venta a nivel mundial la última novela de Mario Vargas Llosa, El
Héroe Discreto. Por lo leído y declarado Mario vuelve a los orígenes, Piura,
Lima, antiguos personajes y un detalle adicional, la calle Arequipa, como un homenaje a su tierra natal. Una novela de trazos
costumbristas y con las intrigas de la aparente bonanza de la sociedad peruana del siglo XXI:
Felícito
Yanaqué, dueño de la empresa de transportes Narihualá, salió de su casa aquella
mañana como todos los días de lunes a sábado, a las siete y media en punto,
luego de hacer media hora de Qi Gong, darse una ducha fría y prepararse el
desayuno de costumbre: café con leche de cabra y tostadas con mantequilla y
unas gotitas de miel de chancaca. Vivía en el centro de Piura y en la calle
Arequipa había ya estallado el bullicio de la ciudad, las altas veredas estaban
llenas de gente yendo a la oficina, al mercado o llevando niños al colegio.
Algunas beatas se encaminaban a la catedral para la misa de ocho. Los
vendedores ambulantes ofrecían a voz en cuello sus melcochas, chupetes,
chifles, empanadas y toda suerte de chucherías y ya estaba instalado en la
esquina, bajo el alero de la casa colonial, el ciego Lucindo, con el tarrito de
limosna a sus pies. Todo igual a todos los días, desde tiempo inmemorial.
Con una excepción. Esta mañana alguien había pegado a la
vieja puerta de madera claveteada de su casa, a la altura de la aldaba de
bronce, un sobre azul en el que se leía claramente en letras mayúsculas el
nombre del propietario…
A esta hora los groupies, críticos, estudiosos,
disciplinados lectores, interesados y
curiosos ya deben tener su copia original. Solo le faltaba un adhesivo con el
holograma de la firma de MVLL –como en La Fiesta del Chivo-.
De lectura imprescindible para
seguirle los pasos literarios al Nobel y antes de que, lamentablemente, aparezcan
las ediciones piratas en las esquinas.
En la foto: Mercado aldeano de Teodoro Núñez Ureta (pintor arequipeño)
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