En
Villa Diodati, aquella noche veraniega y tormentosa cuatro escritores
decidieron escribir un relato de terror, el resto es historia conocida. Lo que
pocos saben es que uno de ellos también era médico.
Tiempo después y salvando las
distancias algunos personajes de la bohemia limeña, como Valdelomar y
Mariátegui, en 1917 ocasionan un truculento incidente de madrugada en el cementerio
Presbítero Maestro, una bailarina rusa improvisa una danza bajo los acordes de
La marcha fúnebre de Chopin. El administrador que otorga el permiso apellidaba
Valega.
Años
más tarde, el hijo de este señor se convierte en médico, se llamaba Juan
Francisco Valega (1895-1988). Fue discípulo de Hermilio Valdizán, trabajó como
Director del Hospital Larco Herrera y discutía casos clínicos con la elite
psiquiátrica de entonces, entre ellos Honorio Delgado y Enrique Encinas. Pero Valega
era amante de la buena conversación y de la bohemia, congregándose en los bares
de la antigua Plaza san Martín y formando parte de un grupo conocido como el “Muro
de las lamentaciones” que era comandado por el poeta José Gálvez y entre
quienes se destacaban: Hugo Pesce, José Diez Canseco, Oswaldo Hercelles, Martín
Adán, José Sabogal, Alejandro Belaunde,
Adán Felipe Mejía “El Corregidor”, entre otros. El Muro era un conciliábulo de artistas,
poetas, escritores, intelectuales y profesionales que conversaban de todo un
poco, amén de los chismes de la Lima de la belle epoque, épocas de Absinthe y
pisco.
En
1918, Valega utilizando el seudónimo de Máximo Forits se cartea con Abraham
Valdelomar, a propósito de la aparición de “El Caballero Carmelo”
Conde:
He experimentado
verdadero deleite al leer El Caballero Carmelo. Pinta usted de modo admirable
un medio en el que viví mi infancia. Me ha traído usted un tropel de recuerdos
queridos…La belleza brota de la pluma de usted sin esfuerzo ni alambicamientos.
La labor del artista no asoma ostensiblemente en parte alguna, No le domina
tampoco la manía de traer a colación palabras de uso raro o desconocido. Se lee
El Caballero Carmelo sin el auxilio enojoso del diccionario…La literatura como
arte está reñida con la improvisación y con la imperiosa obligación de producir…Conde,
¿por qué no emprende usted la novela? Ríase usted del criterio que afirmó que el
medio este no se prestaba. Esta fue declaración antojadiza… Conde usted no sabe
quién soy: pero yo le conozco desde hace seis años. Usted se había subido a una
banca de la Plaza de Armas. Era de noche. A juzgar por los gritos delaplebe
corría época de elecciones. Usted, con su voz de timbre agudo, trataba de
exaltar, con fines políticos, el ánimo entelerido de sus oyentes. Desde
entonces le he leído a usted y le he admirado. Un día nos hicimos amigos, sin
presentación de nadie”
Máximo Fortis
Y
la respuesta no tardó en aparecer publicada con un epígrafe:
Para vivir en el
futuro,
Basta un alma
que nos comprenda
(Abraham
Valdelomar. Del libro Holocausto)
Querido Máximo
Fortis:
Recurren los
fotógrafos para llamar la atención de los niños que van a retratar, a una muy
sencilla y lírica estratagema: les hacen creer que de un determinado punto del
muro va a salir volando una palomita blanca…entretanto el fotógrafo ha impresionado
algunas placas y seguro de su triunfo, abre tamaña bocaza y declara su engaño…
Pues bien, querido amigo. Yo he sido durante los primeros años de mi arte, un
fotógrafo completamente desafortunado…el público –que es y será siempre un niño
grande, malcriado y caprichoso- no fijaba su atención en el punto que yo había
menester para obtener éxito en mi arte…y recurrí a la maña del fotógrafo. Mis
compañeros de hoy en la literatura y, sobre todo, mis sucesores de mañana, no
acabarán nunca de agradecerme el servicio que les he prestado, ni podrán medir
bien mi sacrificio….Yo vivo en un mundo de pura belleza; para mí no existe sino
lo que es bello…Mi arte es para los limpios de corazón, para los sanos de
espíritu, para los ebrios de ilusión…Yo no soy sino un pobrecito Enviado
extraoridianrio y Ministro Plenipotenciario de Dios entre ustedes… Mi sastre me
espera, querido y bondadoso amigo Máximo Fortis y por ellos me veo precisado a cortar
esta charla, en la cual quise agradecer los entusiastas, claros y justísimos
elogios que ha hecho usted a mi precioso libro El Caballero Carmelo.
Mande usted a
una guisa en la persona de El Conde de Lemos
Tal
intercambio epistolar está inscrito en la historia literaria peruana, como
tantas otras acciones de Valega, relatadas en el libro “Juan Francisco Valega y
la Lima de su tiempo” de Javier Mariátegui.
Finalmente,
como los vasos comunicantes son múltiples, hace un par de semanas visité la
muestra de la obra de Sabogal en el Museo de Arte. En una de las vitrinas
aparecían páginas de un tomo que compilaba las ediciones de la revista Amauta,
nombre dado por el artista y donde colaboró con la ilustración de sus portadas.
En una de las esquinas de la publicación aparecía este aviso:
Juan Francisco Valega
Médico del
Hospital Loayza.
Domicilio:
Chacarilla 430 – Teléfono 11-09.
De 2 a 6 p.m.
Entonces
la antigua historia de médicos envueltos en el arte está muy lejos de terminar.
1 comentario:
El Caballero Carmelo ... Obra primordial que nos hacian leer y entender en el colegio, ahora los jovenes LEEN??? Se ilusionan con leer y fantasiar en la historia NO! Solo les interesa el celular, mp3, el internet etc, ensenemos a los jovenes a LEER
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