¿Por qué cayeron los Imperios Romanos? ¿Cómo y quienes deciden cuando una Era deja paso a la siguiente? Las respuestas son múltiples y voluminosas, lo cierto es que al repasar la Historia Universal se encuentra que las transiciones históricas han sido marcadas por la caída de algún sistema, ya sea político, social y/o económico. Aunque debo de hacer la salvedad de que estos hitos son sólo válidos para Occidente, a pesar de que en dos oportunidades estos cambios hayan venido por presiones de Oriente.
En todos los casos, han existido hechos críticos y dramáticos que simbólicamente han funcionado como hitos o puntos de inflexión, aunque las condiciones que promovieron la transición se hayan estado generando años antes.
El final de la Edad Antigua (746 D.C.) está marcado por la toma y saqueo de la ciudad de Roma a cargo de los Bárbaros, quienes desde casi cien años atrás venían traspasando las fronteras de un imperio venido a menos debido a una decadente sucesión de emperadores; a su vez, ellos venían siendo desplazados desde Oriente por los Hunos.
La Edad Media (1453 D.C.), terminó con la toma de Constantinopla, capital del Imperio Bizantino –o Romano de Oriente-, ciudad sitiada durante años y que cayó tras la presión expansiva de los Turcos Otomanos liderados por Mahomet II, quienes ya estaban un buen tiempo asentados en los Balcanes. La ciudad cayó tras un bloqueo naval y la desidia de los Imperios papales y las repúblicas Italianas como Génova, Venecia y Pisa, que no apoyaron al decadente imperio a pesar que tenían en la ciudad su emporio comercial.
El término de la Era Moderna está marcado por 14 de Julio de 1789, día de la Toma de la Bastilla, un castillo medieval que funcionaba como prisión en la Monarquía Absolutista de Luis XVI. La Revolución Francesa fue el corolario de años de difusión de las ideas de Libertad, Igualdad y Fraternidad que se iniciaron con la Ilustración y la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII. Los pueblos en distintas partes del mundo comenzaron a cuestionar el orden establecido a través de la Razón, robustecida por las ideas de Descartes, Newton y Adam Smith que explicaron el mundo de una manera nueva hasta entonces. Fue la Edad de la razón pero con acciones llenas de pasión y violencia, fue la época de la expansión de nuevas potencias, de las guerras de independencia en América, del capitalismo y la lucha de clases.
Desde entonces vivimos la Edad Contemporánea. Muchas cosas han pasado en el siglo XX que pudieron haber marcado el cambio de Era, por ejemplo, la llegada del hombre a la Luna podría haber tenido el efecto que tuvo el viaje de Colón, pero quedó como un hecho aislado, los viajes espaciales tripulados a otros planetas se suspendieron y todos los descubrimientos astronómicos posteriores no han tenido un impacto directo en la vida de las personas. Ni las Guerras Mundiales, ni la Guerra Fría, ni la caída del Muro de Berlín han tenido un efecto dramático en el modo de vivir ni de pensar, vistos fríamente desde los albores del siglo XXI, al margen de lo penoso de atestiguar la pérdida de vidas humanas, en la mayoría de casos se ha tratado de un reacomodo de fuerzas y ejes mundiales pero manteniendo el sistema. Lo que tales eventos trajeron consigo fue la caída de las utopías y grandes ideologías: el resto de occidente terminó de occidentalizarse, expandiendo su “doctrina” al resto de Europa oriental y a la mayoría de países orientales. Finalmente parecía que un solo sistema imperaría en el mundo.
Parecía.
La rapidez de la producción científica y tecnológica han creado no solo nuevas maneras de vivir sino de pensar y de interrelacionarse con los demás. En esto ha tenido que ver el desarrollo de comunicaciones: el teléfono, el fax, la Internet, el desarrollo de la fibra óptica, permite no sólo intercambiar la voz, sino imágenes e ingente cantidad de datos en tiempo real. Se habla ahora de una realidad paralela: la realidad virtual. Desde hace 20 años se implanta el concepto de Aldea Global, de protección al Medio Ambiente, pero también de tribalización (tomado como ejemplo el conflicto de los Balcanes) de las sociedades, de minorías étnicas, de disputas raciales y del resurgimiento de los conflictos por la Religión. El desplazamiento de grandes masas poblacionales ha generado nuevos problemas y el mundo dividido entre Occidente y Oriente ha trastocado su eje en Norte – Sur. Más aún, en un solo territorio conviven sociedades distintas separadas por la raza, religión o cultura.
El tráfico aéreo y marítimo, la comunicación de todo tipo, que han derribado fronteras y husos horarios, no solo transporta mercancías y migrantes, sino además enfermedades. Las epidemias necesitan horas o días para tener el potencial de convertirse en pandemia. Como respuesta a ello, se vuelven a levantar barreras, sean aduaneras para el comercio, migratorias para detener el influjo de masas humanas o alertas de cuarentena para evitar la propagación de enfermedades, sino aparecen vallas invisibles e infranqueables, las de las ideas religiosas, las de la censura. Reaparece el tráfico de seres humanos, como lo fue la esclavitud de hace centurias, promovidos esta vez por la pobreza y el crimen organizado.
Por múltiples razones la Gran Aldea, ya no es tan global, ya que se percibe que el intercambio es desigual es que algunos sistemas de gobierno deciden cerrarse ideológicamente: China, Corea del Norte, Irán, Irak, Afganistán. Ciertas sociedades miran hacia dentro e intentan hacer prevalecer su cultura en países lejanos, estamos frente al levantamiento de ghettos culturales o religiosos. Este movimiento muchas veces no es sólo de ideas sino de acciones. A cada acción de un lado se genera una reacción del lado opuesto socialmente o políticamente. El Islam vuelve a hacer sentir su guerra santa a través de millones de musulmanes migrantes en Europa y los Estados Unidos.
Hasta que ocurre un hecho crítico en el 2001: la Caída de las Torres Gemelas en New York, sumado al ataque simultaneo al Pentágono y el fallido ataque al Capitolio. Meses después ocurre el atentado en el Metro de Madrid y otras acciones fallidas en Europa. Se pone en alerta el mundo hasta por la aparición de caricaturas de Mahoma y se vuelve discusión nacional el empleo de velos o la colocación de crucifijos en las escuelas europeas. La Jihad alcanzó su cenit. Desde ese momento, los Estados Unidos, representante del nuevo orden mundial aparecido en la segunda mitad del siglo XX, aparece vulnerable por primera vez.
Desde entonces sus ciudadanos se sienten blancos móviles en su propio territorio o en cualquier parte del mundo. Los estados de alerta comienzan a multiplicarse y arrastran en esta alerta a casi todo Occidente. La reacción poco inteligente de invadir Irak por los nuevos aliados no ha hecho más que tensar las reacciones con el Islam. El mundo se ha vuelto a dividir.
Y como corolario de la crisis, sobrevino la debacle económica del 2008. La explosión de la burbuja hipotecaria especulativa que se ha traído abajo la bonanza económica de Occidente. Este año, en forma casi simultánea las economías de Estados Unidos, Reino Unido, España, Francia, Grecia y otros países europeos y sudamericanos están viendo enormes recortes presupuestales con obvias y contundentes repercusiones sociales. Hoy mismo, a esta hora uno puede ver en los noticieros globales las protestas en el Parlamento Británico, los motines en París o la caída de la popularidad de Barack Obama en los Estados Unidos en vísperas de las elecciones para la renovación del Congreso.
Por primera vez, se han visto reportajes en las cadenas televisivas sobre la pobreza que afecta no sólo a migrantes indocumentados sino a ciudadanos norteamericanos otrora viviendo la aparente prosperidad a costa del crédito. Miles de familias perderán su vivienda en todos los estados de la Unión debido a su incapacidad para pagar hipotecas. La tasa de desempleo sube en las economías desarrolladas. Para empeorar las cosas, un caso emblemático como el derrame de petróleo en el Golfo de México a cargo de la compañía BP revive los fantasmas de la explotación indiscriminada de recursos y su nefasto efecto sobre el medio ambiente.
No se puede pensar ni concebir el mundo como hace 20 años. Pasadas las celebraciones por la llegada del nuevo milenio, el mundo no sólo camina sino también se percibe de manera distinta. Se nota en la vida diaria, en las relaciones humanas, en los medios de comunicación, en la economía y en la política. Como nunca antes, los eventos rápidamente son reemplazados por otros de igual o mayor magnitud, se vive ahora lo que Mario vargas Llosa ha llamado la Sociedad del Entretenimiento. Como nunca antes la privacidad de las personas se hace pública en segundos en mails, blogs, facebooks y twitters.
La cultura también ha cambiado, sobre todo la literatura que está reflejando la situación social y sus temores, para muestra Un Hombre en la Oscuridad de Paul Auster, A Falling Man de Don deLillo, Al Pie de la Escalera de Lorrie Moore. Existe una nueva manera de escribir, como por ejemplo Diario de una Mal Año de JM Coetze y Dublinescas de Enrique Vila-Matas para tomar un ejemplo. Sé que estoy dejando varios títulos y acaso ustedes puedan nombrar otros más.
El mundo ha cambiado juntos con sus paradigmas, no podemos pensar en los mismos términos que a finales del siglo XX, el evento explosivo y simbólico que marcaría su punto de partida: el 11 de Setiembre del 2001, el ataque de Al Qaeda a los Estados Unidos.
Faltaría además ponerle nombre a la nueva Era.
En todos los casos, han existido hechos críticos y dramáticos que simbólicamente han funcionado como hitos o puntos de inflexión, aunque las condiciones que promovieron la transición se hayan estado generando años antes.
El final de la Edad Antigua (746 D.C.) está marcado por la toma y saqueo de la ciudad de Roma a cargo de los Bárbaros, quienes desde casi cien años atrás venían traspasando las fronteras de un imperio venido a menos debido a una decadente sucesión de emperadores; a su vez, ellos venían siendo desplazados desde Oriente por los Hunos.
La Edad Media (1453 D.C.), terminó con la toma de Constantinopla, capital del Imperio Bizantino –o Romano de Oriente-, ciudad sitiada durante años y que cayó tras la presión expansiva de los Turcos Otomanos liderados por Mahomet II, quienes ya estaban un buen tiempo asentados en los Balcanes. La ciudad cayó tras un bloqueo naval y la desidia de los Imperios papales y las repúblicas Italianas como Génova, Venecia y Pisa, que no apoyaron al decadente imperio a pesar que tenían en la ciudad su emporio comercial.
El término de la Era Moderna está marcado por 14 de Julio de 1789, día de la Toma de la Bastilla, un castillo medieval que funcionaba como prisión en la Monarquía Absolutista de Luis XVI. La Revolución Francesa fue el corolario de años de difusión de las ideas de Libertad, Igualdad y Fraternidad que se iniciaron con la Ilustración y la Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII. Los pueblos en distintas partes del mundo comenzaron a cuestionar el orden establecido a través de la Razón, robustecida por las ideas de Descartes, Newton y Adam Smith que explicaron el mundo de una manera nueva hasta entonces. Fue la Edad de la razón pero con acciones llenas de pasión y violencia, fue la época de la expansión de nuevas potencias, de las guerras de independencia en América, del capitalismo y la lucha de clases.
Desde entonces vivimos la Edad Contemporánea. Muchas cosas han pasado en el siglo XX que pudieron haber marcado el cambio de Era, por ejemplo, la llegada del hombre a la Luna podría haber tenido el efecto que tuvo el viaje de Colón, pero quedó como un hecho aislado, los viajes espaciales tripulados a otros planetas se suspendieron y todos los descubrimientos astronómicos posteriores no han tenido un impacto directo en la vida de las personas. Ni las Guerras Mundiales, ni la Guerra Fría, ni la caída del Muro de Berlín han tenido un efecto dramático en el modo de vivir ni de pensar, vistos fríamente desde los albores del siglo XXI, al margen de lo penoso de atestiguar la pérdida de vidas humanas, en la mayoría de casos se ha tratado de un reacomodo de fuerzas y ejes mundiales pero manteniendo el sistema. Lo que tales eventos trajeron consigo fue la caída de las utopías y grandes ideologías: el resto de occidente terminó de occidentalizarse, expandiendo su “doctrina” al resto de Europa oriental y a la mayoría de países orientales. Finalmente parecía que un solo sistema imperaría en el mundo.
Parecía.
La rapidez de la producción científica y tecnológica han creado no solo nuevas maneras de vivir sino de pensar y de interrelacionarse con los demás. En esto ha tenido que ver el desarrollo de comunicaciones: el teléfono, el fax, la Internet, el desarrollo de la fibra óptica, permite no sólo intercambiar la voz, sino imágenes e ingente cantidad de datos en tiempo real. Se habla ahora de una realidad paralela: la realidad virtual. Desde hace 20 años se implanta el concepto de Aldea Global, de protección al Medio Ambiente, pero también de tribalización (tomado como ejemplo el conflicto de los Balcanes) de las sociedades, de minorías étnicas, de disputas raciales y del resurgimiento de los conflictos por la Religión. El desplazamiento de grandes masas poblacionales ha generado nuevos problemas y el mundo dividido entre Occidente y Oriente ha trastocado su eje en Norte – Sur. Más aún, en un solo territorio conviven sociedades distintas separadas por la raza, religión o cultura.
El tráfico aéreo y marítimo, la comunicación de todo tipo, que han derribado fronteras y husos horarios, no solo transporta mercancías y migrantes, sino además enfermedades. Las epidemias necesitan horas o días para tener el potencial de convertirse en pandemia. Como respuesta a ello, se vuelven a levantar barreras, sean aduaneras para el comercio, migratorias para detener el influjo de masas humanas o alertas de cuarentena para evitar la propagación de enfermedades, sino aparecen vallas invisibles e infranqueables, las de las ideas religiosas, las de la censura. Reaparece el tráfico de seres humanos, como lo fue la esclavitud de hace centurias, promovidos esta vez por la pobreza y el crimen organizado.
Por múltiples razones la Gran Aldea, ya no es tan global, ya que se percibe que el intercambio es desigual es que algunos sistemas de gobierno deciden cerrarse ideológicamente: China, Corea del Norte, Irán, Irak, Afganistán. Ciertas sociedades miran hacia dentro e intentan hacer prevalecer su cultura en países lejanos, estamos frente al levantamiento de ghettos culturales o religiosos. Este movimiento muchas veces no es sólo de ideas sino de acciones. A cada acción de un lado se genera una reacción del lado opuesto socialmente o políticamente. El Islam vuelve a hacer sentir su guerra santa a través de millones de musulmanes migrantes en Europa y los Estados Unidos.
Hasta que ocurre un hecho crítico en el 2001: la Caída de las Torres Gemelas en New York, sumado al ataque simultaneo al Pentágono y el fallido ataque al Capitolio. Meses después ocurre el atentado en el Metro de Madrid y otras acciones fallidas en Europa. Se pone en alerta el mundo hasta por la aparición de caricaturas de Mahoma y se vuelve discusión nacional el empleo de velos o la colocación de crucifijos en las escuelas europeas. La Jihad alcanzó su cenit. Desde ese momento, los Estados Unidos, representante del nuevo orden mundial aparecido en la segunda mitad del siglo XX, aparece vulnerable por primera vez.
Desde entonces sus ciudadanos se sienten blancos móviles en su propio territorio o en cualquier parte del mundo. Los estados de alerta comienzan a multiplicarse y arrastran en esta alerta a casi todo Occidente. La reacción poco inteligente de invadir Irak por los nuevos aliados no ha hecho más que tensar las reacciones con el Islam. El mundo se ha vuelto a dividir.
Y como corolario de la crisis, sobrevino la debacle económica del 2008. La explosión de la burbuja hipotecaria especulativa que se ha traído abajo la bonanza económica de Occidente. Este año, en forma casi simultánea las economías de Estados Unidos, Reino Unido, España, Francia, Grecia y otros países europeos y sudamericanos están viendo enormes recortes presupuestales con obvias y contundentes repercusiones sociales. Hoy mismo, a esta hora uno puede ver en los noticieros globales las protestas en el Parlamento Británico, los motines en París o la caída de la popularidad de Barack Obama en los Estados Unidos en vísperas de las elecciones para la renovación del Congreso.
Por primera vez, se han visto reportajes en las cadenas televisivas sobre la pobreza que afecta no sólo a migrantes indocumentados sino a ciudadanos norteamericanos otrora viviendo la aparente prosperidad a costa del crédito. Miles de familias perderán su vivienda en todos los estados de la Unión debido a su incapacidad para pagar hipotecas. La tasa de desempleo sube en las economías desarrolladas. Para empeorar las cosas, un caso emblemático como el derrame de petróleo en el Golfo de México a cargo de la compañía BP revive los fantasmas de la explotación indiscriminada de recursos y su nefasto efecto sobre el medio ambiente.
No se puede pensar ni concebir el mundo como hace 20 años. Pasadas las celebraciones por la llegada del nuevo milenio, el mundo no sólo camina sino también se percibe de manera distinta. Se nota en la vida diaria, en las relaciones humanas, en los medios de comunicación, en la economía y en la política. Como nunca antes, los eventos rápidamente son reemplazados por otros de igual o mayor magnitud, se vive ahora lo que Mario vargas Llosa ha llamado la Sociedad del Entretenimiento. Como nunca antes la privacidad de las personas se hace pública en segundos en mails, blogs, facebooks y twitters.
La cultura también ha cambiado, sobre todo la literatura que está reflejando la situación social y sus temores, para muestra Un Hombre en la Oscuridad de Paul Auster, A Falling Man de Don deLillo, Al Pie de la Escalera de Lorrie Moore. Existe una nueva manera de escribir, como por ejemplo Diario de una Mal Año de JM Coetze y Dublinescas de Enrique Vila-Matas para tomar un ejemplo. Sé que estoy dejando varios títulos y acaso ustedes puedan nombrar otros más.
El mundo ha cambiado juntos con sus paradigmas, no podemos pensar en los mismos términos que a finales del siglo XX, el evento explosivo y simbólico que marcaría su punto de partida: el 11 de Setiembre del 2001, el ataque de Al Qaeda a los Estados Unidos.
Faltaría además ponerle nombre a la nueva Era.
1 comentario:
Cuánta sabiduría en lo que expresas, creo que la era podría llamarse la "Era del Perú". ¡Que soy yo hombre y que nos vemos en la feria!
Publicar un comentario