miércoles, 20 de octubre de 2010

A Bits de Distancia


Para variar, en estas últimas semanas he utilizado mis ratos libres, y otros no tan libres, en múltiples lecturas. Eso no tendría nada de extraordinario ya que siempre es así. Lo inusual ha sido tener que cargar con unos cuantos libros a cuestas y otro tanto quedó guardado en casa para ser revisado al final del día.

Uno de los libros que más capturó mi atención ha sido el Fantasma de Anil, de Michael Ondaatje, una novela que se ramifica en diversos tópicos y personajes de la que hablaré más adelante. Sin embargo, su lectura me ha dado que pensar en el libro electrónico.

En el pasado los textos en Medicina la mayoría de textos eran monocromáticos, conservando algunas páginas especiales en color para un atlas de imágenes clínicas. Pero los grandes tratados conservaban una monotonía de negro sobre blanco. Sólo hace un par de décadas se introdujo el color en los textos, así como en las tablas y las gráficas. Los libros británicos fueron los primeros en experimentar con la paleta de colores.

Aún recuerdo aquellas nuevas ediciones de antiguos Tratados que me negué a comprar sólo porque consideraba la adición de figuras o tablas multicolores como un plus sin sentido, que no mejoraba ni l presentación ni el significado de los textos, que es lo que al final importa. Era cuestión de tiempo pensaba. Hoy se pueden encontrar textos diseñados y escritos en un estilo en los que la variedad de colores ofrece un valor agregado.

Con el tiempo además aparecieron las ediciones electrónicas en CD ROM e Internet, permitiendo la actualización constante en áreas donde el avance de las investigaciones hacía obsoleto un texto en menos de un año. Ahora los hipervínculos permiten saltar de un tópico a otro en razón a la importancia que cada lector le asigne o lo crea necesario.

¿A qué viene el comentario? Vuelvo al Fantasma de Anil, un drama ambientado sobre todo en Sri Lanka, con algunas expresiones en cingalés, con datos arqueológicos, médicos y forenses, que han lentificado mi lectura al consultar diccionarios, mapas y textos impresos o de Internet para entender mejor la trama, lo que no ha sido una molestia sino que ha enriquecido mi lectura.

Un texto electrónico con hipervínculos que me refieran a datos importantes para enriquecer la trama hubiese hecho más placentera mi lectura. Como el hecho de descubrir que uno de los libros de medicina forense referenciados en la novela realmente existe.

Ahora que existe la discusión entre el libro impreso y el electrónico, sobre una migración que ahora se ve difícil y que acaso no lo será en la siguiente década, se hace necesario diferenciar lo importante de lo accesorio. Una versión de la transición de la era Gutemberg a la era Google como lo apunta Vila-Matas

Una plataforma, llámese Kindle, iPad o Reader, en este momento es útil pues permite almacenar una gran cantidad de libros en poco espacio, cumpliendo el deseo de la biblioteca portátil, pero para muchas personas esto no es necesario y el tener un libro electrónico no pasará de un Gadget más que deviene en vistoso pero poco funcional.

Sin embargo, el reto del verdadero libro electrónico literario pasará por una concepción distinta de la concepción creativa y de la edición literaria, según pienso es la decisión de usar hipervínculos, no para saltar capítulos como una versión moderna de Rayuela sino para expandir textos que modifiquen el acto de la lectura o el significado de la misma, al aumentar los contenidos. Pudiendo incluir además imágenes, audios y/o videos. Desde luego, no todas las obras ni los autores se amoldarían al nuevo sistema pero se espera, o al menos lo espero así, el futuro podría venir por ese lado.

Esa es a mi opinión que va con mi gusto de convertir mi lectura en un fractal, es decir ramificando la lectura de conceptos a medida que van llegando en el texto, pero siempre con la posibilidad de regresar al cauce narrativo original.

Desde luego que las especulaciones y el debate, así como el desarrollo de la edición electrónica están recién tomando el ímpetu inicial. Pero eso no impide que uno pueda imaginar o desear el futuro de las letras electrónicas.


¿estaremos tan cerca, sólo a la vuelta de un byte?

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