miércoles, 19 de noviembre de 2008

Miliaria




En El Africano el narrador intenta hacer una semblanza del padre ausente a través de los recuerdos de la infancia. Una etapa recortada a través del viaje entre dos continentes. Una fractura que se ahondó más por la Segunda Guerra Mundial.

En el relato, el narrador arregla cuentas con el padre y trata de explicar el comportamiento y estilo de vida de una persona que conoció de muy pequeño y que reencontró luego de varios años.

África era el cuerpo mas que la cara. Era la violencia de las sensaciones, la violencia de los apetitos, la violencia de las estaciones. El primer recuerdo que tengo de ese continente es el de mi cuerpo cubierto por una erupción de pequeñas ampollas, la fiebre miliar, que me causó el calor extremo, una enfermedad benigna que afecta a los blancos cuando entran a la zona ecuatorial, que en francés tiene el nombre cómico de bourbouille y en inglés prickly heat.


Y en español se le conoce como Sudamina. El nombre técnico es Miliaria y se debe a la obstrucción de los poros de las glándulas sudoríparas, esto ocurre debido a una sudoración excesiva y es más común en las zonas cálidas y húmedas.

Las glándulas obstruídas se hinchan y se ponen rojas en las zonas de la piel que están cubiertas como el cuello, tronco superior, brazos y muslos. El tratamiento de ésta condición es mantener el espacio bien ventilado y el uso de ropas de algodón que son muy absorbentes y mantienen la humedad lejos de la piel.

Estoy en el camarote del barco que bordea lentamente la costa, frente a Conakry, Freetown, Monrovia, desnudo en la colchoneta, con el ojo de buey abierto al aire húmedo, el cuerpo espolvoreado con talco, con la impresión de estar en un sarcófago invisible, o de haber sido apresado como un pescado en la red, enharinado para freírlo.

Como la novela esta ambientada en las primeras décadas del siglo XX, se aprecia que el tratamiento recomendado era cubrir con talco la zona afectada, cosa que no se debe de hacer pues empeora la obstrucción de los poros.
Leyendo este relato he recordado mi sarampión, mis paperas y las veces que tuve que visitara al pediatra a causa de mis resfríos repetidos y una madre ansiosa. Lo que me hace pensar que de adultos somos en parte una secuela de nuestras enfermedades de la infancia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tuve paperas a los 10, pero como tuve padre medico, no recuerdo ansiedad al respecto, ni de parte de mis padres ni de mi madre. Si hubo ansiedad cuando mi hermano tuvo una fiebre prolongada, por los anos 60, y que al fin fue diagnosticada en Argentina, como fiebre tifoidea. La pesco comiendo algo en las afueras de Lima en sus vacaciones, al regresar a Argentina cae con la enfermedad. Recuerdo que mi padre trajo a un medico, Argentino obviamente, a la casa y que susurraban en el pasillo y que mi hermano deliraba...interesante las descripciones de las enfermedades en las novelas. Seguire leyendo lo que pongas en to historias.