lunes, 1 de diciembre de 2008

La Vida Africana


En El Africano, el narrador intenta un acto de redención con su padre, que regresó luego de muchos años a su vida convertido en un extraño. Un hombre que tenía la dureza de la vida surcada en su piel y su comportamiento, que tenía la manía de lavarse las manos con alcohol y flamearlas con un fósforo.



Fuera de su aparato de radio, conectado con una antena colgada a través del jardín, no tenía ningún contacto con el resto del mundo y no leía libros ni periódicos.
Era un hombre fracturado por la guerra, imposibilitado de reencontrarse con su familia. Un hombre que de una manera u otra le fue negado el placer de criar hijos, de verlos crecer y de desarrollarse ambos, como padre e hijos. Incapacitado de amar a su esposa y como dice el autor no ver como transcurre la luz en el rostro de la persona que ama. Porque a la larga creo que uno aprende a ser hijo, esposo y padre sólo a través de la vivencia cercana con su familia, de sentir sus latidos, sus afectos y sus desencantos.

Y eso fue lo que recibió el narrador, un padre maltratado por el arco del tiempo, la soledad y la aridez afectiva en un continente efusivo y pletórico de vida. Un padre desadaptado a la vida europea por el trato hostil del aislamiento africano. Lo que tuvieron narrador y su padre no fue un encuentro sino una colisión: generacional, de costumbres y de cosmogonías. Por eso el título de la novela. El narrador tuvo un padre del que recuerda muy poco de niño, allá en África corriendo tras las colonias de termes con sus hermanos. Un padre que regresa a él, severo y autoritario, cargado de costumbres de un continente que los europeos ven extrañas, por decir lo menos. Es que la distancia de 22 años de colonialismo y ausencia entre padre e hijos produce fisuras muy profundas.


Su padre muere el año que aparece el SIDA, de una neumonía, cuando el continente era abandonado por las potencias que lo colonizaron, sumiéndolo en una pobreza tribal y endémica. Un ejemplo claro se anota en la novela: la hambruna de Biafra, que mostró al mundo la infamia del ser humano contra sus congéneres.


No se dice en la novela, pero uno puede imaginar todo lo que vendría en los años siguientes en África, como la zona subsahariana fue devastada por la epidemia del SIDA. Como el virus fue caminando, haciendo trocha enquistado en todos los humanos que viajan por todos los villorrios y ciudades de esas áreas hasta reducir la expectativa de vida de los africanos a 45 años de edad, cuando en América sobrepasa los 75. Cuántos años de vida perdidos en el continente que aparentemente vio nacer al ser humano.


Me queda una reflexión del final de la novela, la muerte del Africano: es que para los médicos la enfermedad es el momento en que uno se comienza a parecer a sus pacientes.

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