martes, 11 de septiembre de 2007

El Clima de Lima




Jaime apagó la lampara y esperó en la penumbra, la cabeza entre las manos, solo como en el fondo de un pozo, mientras lo iba ganando la pena. Había hallado lo que buscaba, había visto a su padre...


Tal vez a esa hora o un tiempo después el tío Ricardo ya estaría muerto, descansando de la agonía, habiendo terminado un plazo negociado con dolor. De la herencia se encargarían los abogados, Jaime estaba en ese momento reencontrando sus genes, descubriendo su futuro a partir de una foto del pasado. Como casi en todo, el tiempo es circular, solo tenemos que voltear de vez en cuando. Recuperar al padre, a través de sus fotos, de su melancolía y de su lucha perdida. es armar el rompecabezas y prender las luces en las zonas oscuras de su vida, para verse reflejado en ellas.


Padres e Hijos, es un relato magistral, sobre el amor filial, sobre la muerte, sobre nuestras carencias afectivas. Es la lucha constante de fuerzas internas, invisibles, que pincelan nuestro comportamiento, que carcomen nuestro cuerpo, que lo llenan de llagas, para que se curen y nos permitan aguantar las futuras injurias de la vida.


Es una historia de hombres comunes que no cambian el mundo, que cuentan como mayores logros el formar una familia o de sobrevivir a la soledad. De personas que se enamoran en el momento equivocado. De una ciudad que los envuelve con su arquitectura, costumbres y clima.


Un clima como el de Lima, que podría imaginarse tropical, es brumoso desde Mayo a Octubre, con ausencia de lluvias, haciendo de este terreno plano un lugar de tierra seca, a pesar del casi 100% de humedad que se respira. De acuerdo a lo expresado por Hipólito Unanue (Arica, 1755-Cañete,1833), Cosmógrafo Mayor del Reino, luego Protomédico del Perú, colaborador de José de San Martin , en su obra maestra publicada en 1805, Las observaciones sobre el Clima de Lima, basándose en autores como Hipócrates, Syndeham o Boerhaave, afirma que el clima influye en el desarrollo de las enfermedades y su respuesta al tratamiento.


Ahora, caminando por el hospital donde murió el padre de Jaime, veo en uno de sus pabellones una buganvilla frondosa, con las hojas cubiertas de polvo, dando un aspecto de suciedad permanente. Mas allá las palmeras y ese techo de nubes que parece querer aplastarnos, que evita la luz del sol y sus colores. Y en el aire, la bruma que empaña mis anteojos.


Que acaso humedezca ese carácter taciturno, de hablar a media voz y de no querer llamar la atención que caracteriza a muchos limeños. De esa humedad crónica que enmohece la ropa guardada, que oxida el marco de las ventanas y que espesa nuestra respiración.


Que se mezcla con nuestro cuerpo y nuestra mente.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, así que parece que es problema de mi simpático....

Anónimo dijo...

...tanta humedad que quienes nos rodean no perciben que lloramos...
Siempre inspirador querido Aldo,
patricia