viernes, 7 de septiembre de 2007

Invierno Permanente



Luis Loayza describe el invierno mental de sus personajes. Con destreza asocia el estado de tristeza crónica como parecido al invierno limeño que estamos viviendo ahora. Oscuro, bañado por una garúa tenaz. Aquí, Lima, una ciudad con ausencia de sombras, arropa la tristeza de sus habitantes acaso como si las sombras en lugar de estar fuera se hubieran incorporado a nuestros cuerpos. Como si esa sombra interior nos diera esa vocación a la melancolía.

Como el padre de Jaime ...las mismas tristezas, las mismas alegrías por nada, sin ninguna razón... con la mirada donde se agolpaba el sufrimiento, el deseo de muerte que también él había conocido..

Jaime, este arquitecto divorciado, solitario, que modestamente se creía modesto, difícil de tomar decisiones, sufría acaso de Distimia.

Distimia (que proveniente del griego significa Humor enfermo) es una forma de Depresión crónica, que debe de durar al menos dos años y que incluye sentimientos de tristeza, trastornos del sueño, pobre autoestima, bajo estado de ánimo y pobre concentración. Algunas de estas personas pueden virar a un episodio de Depresión mayor, donde a lo anterior dicho se incluyen estados de anhedonia y deseos de muerte.


La Distimia no debe verse como una forma menor de depresión, pues al ser crónica cubre la vida de la persona de un manto triste y oscuro, que en cierta manera lo incapacita. Sus manifestaciones provocan aislamiento social, sentimientos de culpa e irritabilidad que provocan alteraciones en el humor más que síntomas físicos.
Esta condición tiene un componente hereditario. Es mas común en familias de depresivos. Usualmente se inicia como una fluctuación del humor en respuesta al aislamiento y no disponibilidad de ayuda, por ejemplo, un padre ausente. La condición empeora cuando el equilibrio deseado no se puede restaurar debido a una pobre regulación interna del humor o stress externo.
El stress que provoca la distimia es usualmente crónico y gradual , más que agudo. Es como esa lluvia limeña, si se le puede llamar así, que no devasta ni lava las calles, sino las impregna de una amalgama de barro y detritos. De esos que están hechos a veces los recuerdos ingratos.
Y así, el humor y la personalidad, que vienen a ser nuestro y tiempo y clima emocionales son rociados por la tristeza, que nos hacen ver una vida pesimista, limitada e hipersensible. Como caminando cuesta arriba en esta ciudad plana, rumiando melancólicamente nuestras experiencias dentro de una penumbra espesa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre, muy interesantes tus enfoques sobre los cuentos del Maestro. Y siento mucha curiosidad de verte "en consulta", descubrir filtraciones de tu lado literario, en el trato con tu paciente, en el diagnóstico, en esa receta que prescribes, acaso para una úlcera.
patricia

Anónimo dijo...

oh no, otra invencion de la psicologia, esa distimia no existe. Solo existe el sentimineto de tristeza. Y es normal experimentar eso, con el clima que induce a eso. pero, vamos, el invierno limeño tiene su encanto. Un encanto bello y lugubre que la gente sensible puede percibir.