martes, 11 de septiembre de 2007

De cuerpos y almas


Concebidos en la antigüedad como un todo, cuando las enfermedades eran provocadas por espíritus, la mente y el cuerpo comenzaron a separarse desde el Renacimiento debido al progreso de las ciencias naturales como la bioquímica, microscopía y patología, tanto como una reacción a los conceptos místicos de la Edad Media. En filosofía, Descartes distinguió la res cogitans (mente) de la res extensa (cuerpo) separándolos en dos líneas paralelas, dando lugar mas tarde a enfermedades orgánicas y enfermedades psicológicas.


El término psicosomático fue utilizado por primera vez en 1818, cuando Heinroth lo acuñó para explicar el efecto psicológico sobre el insomnio. Pero es después de Freud, un neurólogo interesado en unir la biología y el comportamiento, que se pensó seriamente que las emociones podrían ser causa de enfermedades. Las enfermedades psicosomáticas, conocidas desde Hipócrates quién estableció su teoría de los cuatro humores (bilis amarilla, flema, sangre, bilis negra), tuvieron entonces un auge. Se pensaba que el stress y el conflicto psicológico podría no solo influenciar sino además producir enfermedades físicas.


Como un mecanismo de defensa ante el stress entonces podrían aparecer enfermedades, conocidas como neurosis orgánicas (hipertensión arterial, asma bronquial, neurodermatitis, intestino irritable, ulcera péptica, entre otras).


El stress, disrupción del equilibrio mental, social y/o físico, provoca en el ser humano una reacción de fuga o lucha. A nivel interno, el cuerpo presenta un estado de alarma, a nivel psicofisiológico, intervienen los dos plot-makers del instinto de supervivencia: el sistema autonómico compuesto por el simpático y el parasimpático.


El simpático, sistema que se activa inmediatamente deriva la sangre al músculo y cerebro, disminuye las defensas inmunes, aumenta el tono muscular, dilata las pupilas y hace que nos pongamos pálidos en el estado de alerta, de fuga o lucha. Cuando el peligro se desvanece se activa el sistema parasimpático, que redistribuye la sangre a los organos internos, disminuye el tono muscular, aumenta las defensas inmunes y promueve la reconstrucción de tejidos.


Cuando uno se prende, el otro se apaga, pero en estados de stress sostenido, el sistema de alarma se perpetúa y puede provocar cortocircuitos, activando el sistema simpático cuando debería activarse su antagonista, es decir nos volvemos irritables a situaciones normales o desencadenemos enfermedades como ulcera péptica, como el padre de Jaime, sometido a una tensión crónica.


Por eso, el tratamiento de una úlcera péptica refractaria al tratamiento consistía hasta hace unos años de la extirpación del sistema autonómico del estómago, el nervio vago.


Así la parte mas antigua, evolutivamente hablando, de nuestro cerebro, el Hipotálamo, integra el sistema límbico (del latín limbus: borde) que gobierna nuestras emociones, el sistema autonómico (visceral) y nuestra corteza cerebral (inteligencia y funciones superiores).


Ya lo había dicho Hipócrates:
Para poder curar el cuerpo humano es necesario conocer la totalidad de las cosas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aldo: por favor, vení a dar charlas a los médicos argentinos!!! Por supuesto, lo que diré es una generalización burda, pero hace tiempo escucho invocaciones a recuperar la postura humanista entre los médicos, y cada vez que me toca quedar en manos de alguno de ellos me encuentro con alguien con una coraza que le impide darse cuenta de que si alguien llegó hasta ese consultorio es porque -de uno u otro modo- está sufriendo. Yo soy periodista y en cierto punto nuestra profesión ocupa un lugar similar: a nosotros también nos visita gente cuando no tiene otro lugar adonde llevar, por ejemplo, un reclamo. Nosotros adoptamos una actitud parecida: nos ponemos nuestra armadura para que no nos afecte el problema que nos cuentan. Por suerte, en el mundo quedan Aldos. Tu blog es muy interesante.