jueves, 7 de noviembre de 2013

Los Cien Años de Albert Camus


Desde hace unos años llevo a todo lado una pequeña libreta para anotar mis ideas. En realidad, son varias pues con el tiempo he adquirido la manía de la organización, entonces llevo una para los cursos que dicto, otra para notas sobre mis lecturas en medicina, hay otras tantas para clases recibidas o congresos. Pero hay una que es mi favorita. La llevo a todo sitio adherida al bolsillo de la camisa o del saco y tiene anotadas las ideas, frases o palabras que me servirán luego para mis textos.

Como toda libreta contiene ideas dispersas. Un lector accidental y extraño no le encontraría ninguna coherencia, ya que las frases o las listas son fogonazos del pensamiento, pequeñas epifanías diarias.

En uno de aquellos tantos remates de libros viejos con los que tropiezo en el año, encontré hace un par de años, un librito pequeño llamado Carnets,1 escrito por Albert Camus. Este volumen reproduce los cuadernos de trabajo del escritor argelino-francés. Allí se mezclan con una aparente incoherencia los pensamientos y juicios morales del escritor, así como pequeñas victorias:

24 de febrero de 1941

Terminé Sísifo. Los tres Absurdos acabados.
Comienzos de la libertad

 
También está la génesis de sus obras, aquellos requiebros de argumentos que fueron planteados originalmente pero una vez colocados dentro del río de la novela terminaron como cantos rodados en la orilla, como por ejemplo este párrafo escrito en Abril del 41:

La peste liberadora

Ciudad feliz. Se vive de acuerdo a sistemas diferentes. La peste: reduce todos los sistemas. Pero lo mismo mueren. Doblemente inútil. Un filólogo escribió allí “una antología de los actos insignificantes”. Llevará, desde otro ángulo, el diario de la peste... Un cura joven pierde la fe ante el pus negro que se escapa de las llagas. Trae sus óleos. “Si me salvo de ésta…” Pero no se salva. Todo debe pagarse.

Llevan los cuerpos en los tranvías. Largos convoyes llenos de flores y de muertos costean el mar. Pronto licencian a los guardas, los viajeros ya no pagan…

…Cierran las puertas de la ciudad

… Mueren encerrados y en el hacinamiento. Un señor que no pierde, sin embargo, sus costumbres. Sigue vistiéndose para la cena. Uno a uno, los miembros de la familia desaparecen de la mesa. El muere delante de su asiento, siempre vestido. Como dice la criada: “Siempre algo se gana. No habrá necesidad de vestirlo”. Ya no los entierran, los arrojan al mar. Pero son demasiados, es omo una espuma monstruosa sobre el mar azul.

 
Allí está Orán y los que han leído La peste pueden reconocer atisbos de la novela. Todo Carnets, 1 son fragmentos de historia, de literatura, de filosofía, de juicios morales.
 

Abril del 38

Melville corre la aventura y termina en una oficina. Muere desconocido y pobre. A fuerza de soledad y aislamiento (no es lo mismo), se termina incluso por hacer uso de la maldad y las calumnias. Pero en todo instante hay que prevenir en sí la maldad y la calumnia.

 
Hoy se cumple el centenario del nacimiento de Albert Camus. Escritor. Existencialista. Premio Nobel.

Este es mi breve homenaje. Escrito en mi libreta

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