Dallas Buyers Club es un fragmento
visual de la historia del SIDA. En esta película desfilan los mitos,
estereotipos y todas las grietas del comportamiento humano que afloran en una
epidemia. Una historia donde no hay buenos ni malos, solo seres humanos en
estado puro.
Son
los inicios de los 80s, los hospitales de los Estados Unidos reciben hombres,
que sin enfermedad previa, morían a causa de infecciones que solo se
presentaban en personas con cáncer. Ron Woodrow (un Matthew McConaughey
irreconocible) un cowboy que vive en una casa rodante, que vive de las apuestas
y de estafar a incautos, de pronto cae enfermo.
En
la siguiente escena, Ron está sobre una camilla, abordado por dos médicos que
usan mascarillas. La epidemia era joven e incierta acerca de los medios de
contagio por lo que la bioseguridad era extrema y discriminadora. Allí, el
médico de mayor edad le comunica a Ron que está con SIDA y que le quedan 30
días de vida. Además, le pregunta si es heroinómano u homosexual, ante esto Ron
reacciona airadamente y abandona el hospital.
Horas
más tarde y ya calmado Ron toma una decisión sensata: ir a la biblioteca
municipal e informarse. A través de flashbacks
intuye la ruta de su propio contagio. Abrumado al asumir su nueva condición
solo le queda llorar cuando se queda solo en su auto. Días después, emocionalmente
recuperado, Ron vuelve al hospital a reclamar medicinas. Pero existe un
problema, no hay tratamiento existente,
salvo que se enrole en un novel programa de investigación.
Son
los albores de los ensayos clínicos con AZT. Una doctora le explica a Ron que puede
enrolarse en el estudio pero debido al diseño estadístico puede pertenecer al
grupo placebo, es decir tomas pastillas de azúcar y morir indefectiblemente
pero demostrando que los que tomaban el fármaco sobrevivieron. Rechaza aquella opción
y ofrece pagar por el tratamiento. Denegado, el medicamento no ha sido aprobado
y por lo tanto no está a la venta. Por otro lado, sus amigos lo abandonan al
enterarse que tiene SIDA, no tanto por el miedo al contagio sino porque lo
consideran gay.
Ron
entiende que la vía legal no lo llevará a ningún lado y que tiene al tiempo en
contra. Acostumbrado a embaucar y tomar atajos en la vida decide comprar AZT en
el mercado negro. Por la desesperación de estar en cuenta regresiva abusa de la
dosificación. Todo funciona bien hasta que se corta el abastecimiento. Sin una
salida aparente, se entera que puede cruzar la frontera hacia México para
conseguir el medicamento sin receta. Lo que allí encuentra no solo es el AZT.
Un
médico norteamericano, al que le han suspendido su licencia en los EEUU, ha
instalado una clínica para personas con SIDA. En ella trata a sus pacientes no
solo con AZT sino con fármacos no aprobados aún como el Compuesto Q, el Péptido
T o el Al 721, entre otros. Ron decide probar todos los medicamentos y
astutamente ve una oportunidad de negocio: pasar medicamentos de contrabando
hacia los Estados Unidos.
Utilizando
sus artimañas lo consigue, no sin contratiempos. La entidad reguladora de
medicamentos, la FDA, le sigue los pasos y decomisa algunos embarques. Sin
embargo, Ron no se da por vencido pero no logra colocar los medicamentos en
quienes lo necesitan pues las personas con SIDA no confían en él. No pertenece
a su círculo. Venciendo su homofobia se asocia con el transexual Rayon (Jared
Lero), quienes más tarde forman el Dallas
Buyers Club cuya membresía les permite a ciertas personas con SIDA el
acceder a tratamientos no disponibles ni aprobados en los Estados Unidos.
Desde aquí la película puede verse en tres claves:
la de un hombre enfermo que sabe que va a morir y en lugar de vengarse del
género humano y contagiar al resto, toma la decisión de luchar por sobrevivir,
una transición donde deja de lado sus prejuicios para convertirse en una persona
tolerante y solidaria.
La
siguiente clave, el mundo de cierta industria farmacéutica que ve las nuevas enfermedades
solo como un negocio si prestar atención al interés público, que en este caso
es apremiante. La FDA aparece como un cuco hegemónico que no admite fisuras en
sus procedimientos ni en su política de aprobación de fármacos, aun a costa de
vidas humanas. Aquí también se muestra el lado más frío de la medicina de los
EEUU, pegada a las normas y mirándose al ombligo, en uno de los pasajes memorables
de la película se da cuenta que aquellos médicos ni leen ni creen en los
resultados de estudios clínicos en Europa, como un reporte de la revista The Lancet sobre los efectos tóxicos del
AZT y la eficacia temporal de la terapia simple con AZT. Los días de la terapia
triple estaban lejanos.
La
última clave, es la respuesta organizada de los afectados. La historia de la
respuesta a las epidemias en la humanidad muestra que con la peste negra existió
un estoicismo ante la muerte, en la peste de la Tuberculosis del siglo XIX, se
tomó una actitud contemplativa y romántica. El SIDA provocó en los afectado una
reacción violenta, protestas y marchas contra organismos gubernamentales, políticos
y médicos. Pero el avance de la tecnología permitió no solo una explosión de
terapias alternativas, muchas de ellas devinieron en tóxicas o inútiles, sino
además la presencia de mercados negros de fármacos muy bien organizados.
Dallas Buyers
Club
es la épica de un vaquero herido que emprende una lucha, al inicio solitaria,
contra la rigidez de un sistema que afligía aún más a personas que tenían una
sentencia de muerte ya programada. La lucha de Ron y de miles de anónimos
convirtió al SIDA en la apertura de programas de mayor acceso a mejores esquemas
de tratamiento y de tolerancia hacia las personas afectadas. Una película que
ofrece solo una pincelada de una historia aun inconclusa.
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