sábado, 12 de abril de 2014

La Épica de un Vaquero Solitario



Dallas Buyers Club es un fragmento visual de la historia del SIDA. En esta película desfilan los mitos, estereotipos y todas las grietas del comportamiento humano que afloran en una epidemia. Una historia donde no hay buenos ni malos, solo seres humanos en estado puro.

Son los inicios de los 80s, los hospitales de los Estados Unidos reciben hombres, que sin enfermedad previa, morían a causa de infecciones que solo se presentaban en personas con cáncer. Ron Woodrow (un Matthew McConaughey irreconocible) un cowboy que vive en una casa rodante, que vive de las apuestas y de estafar a incautos, de pronto cae enfermo.

En la siguiente escena, Ron está sobre una camilla, abordado por dos médicos que usan mascarillas. La epidemia era joven e incierta acerca de los medios de contagio por lo que la bioseguridad era extrema y discriminadora. Allí, el médico de mayor edad le comunica a Ron que está con SIDA y que le quedan 30 días de vida. Además, le pregunta si es heroinómano u homosexual, ante esto Ron reacciona airadamente y abandona el hospital.

Horas más tarde y ya calmado Ron toma una decisión sensata: ir a la biblioteca municipal e informarse. A través de flashbacks intuye la ruta de su propio contagio. Abrumado al asumir su nueva condición solo le queda llorar cuando se queda solo en su auto. Días después, emocionalmente recuperado, Ron vuelve al hospital a reclamar medicinas. Pero existe un problema,  no hay tratamiento existente, salvo que se enrole en un novel programa de investigación.

Son los albores de los ensayos clínicos con AZT. Una doctora le explica a Ron que puede enrolarse en el estudio pero debido al diseño estadístico puede pertenecer al grupo placebo, es decir tomas pastillas de azúcar y morir indefectiblemente pero demostrando que los que tomaban el fármaco sobrevivieron. Rechaza aquella opción y ofrece pagar por el tratamiento. Denegado, el medicamento no ha sido aprobado y por lo tanto no está a la venta. Por otro lado, sus amigos lo abandonan al enterarse que tiene SIDA, no tanto por el miedo al contagio sino porque lo consideran gay.

Ron entiende que la vía legal no lo llevará a ningún lado y que tiene al tiempo en contra. Acostumbrado a embaucar y tomar atajos en la vida decide comprar AZT en el mercado negro. Por la desesperación de estar en cuenta regresiva abusa de la dosificación. Todo funciona bien hasta que se corta el abastecimiento. Sin una salida aparente, se entera que puede cruzar la frontera hacia México para conseguir el medicamento sin receta. Lo que allí encuentra no solo es el AZT.

Un médico norteamericano, al que le han suspendido su licencia en los EEUU, ha instalado una clínica para personas con SIDA. En ella trata a sus pacientes no solo con AZT sino con fármacos no aprobados aún como el Compuesto Q, el Péptido T o el Al 721, entre otros. Ron decide probar todos los medicamentos y astutamente ve una oportunidad de negocio: pasar medicamentos de contrabando hacia los Estados Unidos.

Utilizando sus artimañas lo consigue, no sin contratiempos. La entidad reguladora de medicamentos, la FDA, le sigue los pasos y decomisa algunos embarques. Sin embargo, Ron no se da por vencido pero no logra colocar los medicamentos en quienes lo necesitan pues las personas con SIDA no confían en él. No pertenece a su círculo. Venciendo su homofobia se asocia con el transexual Rayon (Jared Lero), quienes más tarde forman el Dallas Buyers Club cuya membresía les permite a ciertas personas con SIDA el acceder a tratamientos no disponibles ni aprobados en los Estados Unidos.

Desde  aquí la película puede verse en tres claves: la de un hombre enfermo que sabe que va a morir y en lugar de vengarse del género humano y contagiar al resto, toma la decisión de luchar por sobrevivir, una transición donde deja de lado sus prejuicios para convertirse en una persona tolerante y solidaria.

La siguiente clave, el mundo de cierta industria farmacéutica que ve las nuevas enfermedades solo como un negocio si prestar atención al interés público, que en este caso es apremiante. La FDA aparece como un cuco hegemónico que no admite fisuras en sus procedimientos ni en su política de aprobación de fármacos, aun a costa de vidas humanas. Aquí también se muestra el lado más frío de la medicina de los EEUU, pegada a las normas y mirándose al ombligo, en uno de los pasajes memorables de la película se da cuenta que aquellos médicos ni leen ni creen en los resultados de estudios clínicos en Europa, como un reporte de la revista The Lancet sobre los efectos tóxicos del AZT y la eficacia temporal de la terapia simple con AZT. Los días de la terapia triple estaban lejanos.

La última clave, es la respuesta organizada de los afectados. La historia de la respuesta a las epidemias en la humanidad muestra que con la peste negra existió un estoicismo ante la muerte, en la peste de la Tuberculosis del siglo XIX, se tomó una actitud contemplativa y romántica. El SIDA provocó en los afectado una reacción violenta, protestas y marchas contra organismos gubernamentales, políticos y médicos. Pero el avance de la tecnología permitió no solo una explosión de terapias alternativas, muchas de ellas devinieron en tóxicas o inútiles, sino además la presencia de mercados negros de fármacos muy bien organizados.

Dallas Buyers Club es la épica de un vaquero herido que emprende una lucha, al inicio solitaria, contra la rigidez de un sistema que afligía aún más a personas que tenían una sentencia de muerte ya programada. La lucha de Ron y de miles de anónimos convirtió al SIDA en la apertura de programas de mayor acceso a mejores esquemas de tratamiento y de tolerancia hacia las personas afectadas. Una película que ofrece solo una pincelada de una historia aun inconclusa.

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