La
técnica es la siguiente: leo las primeras páginas, luego salto al azar sobre algunas
al interior pero sin leer el final. La lectura de aquellos textos salpicados me
da una idea de la escritura, el tema y saber si engancho con el texto, ya sea parte
de una novela o de un ensayo. Por lo general, esta técnica me ha dado buenos
resultados, sobre todo cuando se trata de escritores que no he leído previamente.
Entonces,
una tarde de hace un par de semanas, me encontré con la novela de Jeremías Gamboa,
Contarlo todo (Mondadori, 2013). Cogí el único ejemplar no embolsado y repetí
la técnica habitual. Primeras páginas, nada. Interiores, nada. Una segunda
vuelta, nada. Para una novela que venía arrastrando rumores en el mundillo
literario y era precedida de una intensa campaña de intriga en medios -máxime
si detrás de toda esta parafernalia publicitaria está como promotora Carmen
Balcells- la pregunta que me hice fue: ¿por esto tanta publicidad?
Me
considero un lector exigente, no leo a Jaime Bayly, Rafael Roncagliolo,
Josefina Barrón, Daniel Alarcón, o los
manuales tipo Busco Novia o La Soltera Codiciada. Paso por alto los best sellers y todos los libros de
autoayuda, gestión o marketing.
Debo
aclarar que no he leído completa la novela Contarlo todo, pero como se lo dije
a mis amigos del Facebook, no necesito pasar por la experiencia de más de 500
páginas para corroborar mi idea de que estamos frente a una obra superficial,
ligera, predecible, de algunas frases hechas y que apela a una historia
repetitiva en el Perú de hoy: la del emprendedor. Una novela donde el nombre
del protagonista es fonéticamente parecido al del autor y que algunos
personajes secundarios sean un reflejo fiel de amigos reales que funcionan como
un adorno narrativo pero no gravitan en la historia.
Acaso
vaya contra la corriente del mainstream
literario limeño que la ha alabado sin reservas y que presumo ya la ha leído
completa. Pero toda la prensa que ha recibido la novela no hace una mención al
texto sino a la historia del escritor, del proceso de publicación o a los reflejos
emocionales que representan todas estas cosas.
Pero una obra literaria debe
evaluarse por cómo ha sido escrita y cuál es su connotación. En pocas palabras:
el texto se defiende solo.
Y eso es lo que no hemos visto,
hay una corriente apabullante que a
priori descalifica cualquier voz disidente. Se invoca el triunfo del emprendimiento,
el nacionalismo, el optimismo y hasta las buenas vibras que amenazan al primero que critique la obra por
su texto y descubra sus limitaciones.
En espera de nuestros revisores
nacionales acaso las primeras críticas imparciales vengan desde fuera. Ya hay
una opinión que viene de México que no ha sido halagadora.
Pero flaco favor hace este
entusiasmo tipo película Asumare. Jeremías Gamboa se ha convertido en el
Gianmarco o en el Gastón de nuestras letras por obra y gracia de nuestros
reporteros locales.
Crear una burbuja literaria es
peligroso pues una expectativa no satisfecha a nivel de calidad y nervio
narrativos puede desencantar a muchos al sentir que le vendieron gato por
liebre. Es peligroso para el mismo Gamboa cuando en sus futuras obras, que
deseamos las tenga y de calidad, los lectores lo esperen con escepticismo.
Algunos me dirán que no tengo
razón o que se leyeron la novela rapídito,
que se entretuvieron y se vieron reflejados. No lo dudo, lo mismo se dice de
las obras de algunos autores que mencioné anteriormente o de Paulo Coelho. El
tema no es discutir si este es un libro de autoayuda o un manual para
emprendedores, el tema es el núcleo de lo que se entiende por literatura: nervio
y la necesidad de contar historias que impregnen el pensamiento, que cuestionen y que generen una
reflexión acerca de la vida. La literatura es todo ello, llevar situaciones al
límite de un conflicto desde se revela una verdad detrás de la trama y las
frases de una ficción.
La aventura narrativa de
Contarlo todo, parece un happening que pasará pronto como cualquier campaña
publicitaria o una tendencia en redes sociales #ContarloTodo, signo de nuestros tiempos y de esta civilización del
espectáculo. Pero lo que importará es lo que nos quede del texto una vez pasado
el carnaval mediático. Como todo concepto u obra su solidez debe pasar las
turbulencias de la crítica y del tiempo.
Veremos qué pasa en el futuro
cercano cuando las aguas queden tranquilas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario