miércoles, 5 de octubre de 2011

Asañas de la Ygnorancia





Hoy se celebra en el Perú el Día de la Medicina, en conmemoración al fallecimiento de Daniel Alcides Carrión, quién inoculandose material obtenido de una tumoración verrucosa de una paciente con la llamada Verruga Peruana, reproduce en sí mismo unos días después todo el cuadro clínico de la Fiebre de La Oroya, cerrando así con el sacrificio de su propia vida un intenso debate acerca de la etiología y de la naturaleza clínica de una misma infección.



Veinte años despues, un 5 de Octubre también, Alberto Barton comunica en su discurso conmemorativo en la Unión Médica Fernandina, el descubrimiento de los cospúsculos endoglobulares que se observaban en los glóbulos rojos de pacientes con la Fiebre de la Oroya, lo que años más tarde quedaría como la Bartonella bacilliformis. bacteria causal de ambas formas clínicas.



La Medicina Peruana, desde los albores de su historia escrita está plagada de historias de triunfos y derrotas, de epidemias y epónimos que dejaron su impronta científica y sanitaria. Una tarea que comienza al menos desde los primeros médicos que llegaron con Pizarro y Almagro. Al carecer de escritura la medicina precolombina se pierde en la tradición oral y las escasas huellas de los utensilios y huacos que perduran para nuestras interpretaciones. La historia médica peruana se sigue escribiendo ahora en las publicaciones periódicas impresas o electrónicas.




Pero como soy irreverente, quiero conmemorar saliendo del lugar común y hablar de aquella medicina hipocrática y medieval, en una Lima Virreynal donde cohabitaban con cuadras de diferencia, Santa Rosa, San Martín de Porrres, Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano y San Juan Macías. Al parecer las artes curativas de los médicos no eran bien vistas por todos los creyentes de la época, una ciudad mística y en olor a santidad, por no decir de la pestilencia de las acequias corrientes dentro de la ciudad amurallada.



Por eso quiero referime a las coplas de Juan del Valle y Caviedes, español que vivió en Lima en el último tercio del siglo XVII:




Dice el glorioso Doctor San Agustín en el libro la Ciudad de Dios, las siguientes palabras: "No está obligado el cristiano a llamar a médicos en sus enfermeddades porque es mas acertado fiar de Dios"




1. Del autor al santo






Copla



Dos veces para mí, santo

es Agustino discreto

una, por contra doctores

otra por santo estupendo


El Eclesiastico dice: "Dejará caer Dios al pecador en manos de un mal médico"



Poeta satírico y agudo observador de la realidad de entonces, donde ve la praxis médica Caviedes advierte malas artes. Este poeta diseca las imperfecciones sociales con su afilada pluma y nos regala a los médicos peruanos un poco de sus ácidas reflexiones que nos sirvan nuestro día, para seguir obrando por los caminos diseñados por las sagradas escrituras (llámese los textos fundamentales de la Medicina):





En cuantas partes dijere

Doctor el Libro, está atento

que allí has de leer verdugo,

aunque éste es un poco menos.

Donde dice practicante

leerás estoque en ello,

porque estoque o verduguillo

todo viene a ser lo mesmo.

Donde dijere receta

leerás con más fundamento

sentencia de muerte injusta

por culpa de mi dinero.







Yo que supe esta maldad
saqué luego aquel Quaderno
Asañas de la Ygnorancia
y le dije cata el verso
A otro vayas Doctor
de la muerte mensagero
la salud sea con él
le libre de tus yerros.
Y con tan santa oración
la salud le vino luego



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