Vista a través del tamiz de la distancia puedo decir que la FIL Lima no fue lo que esperaba. Un ejercicio simple fue el de someter a la Feria a la siguiente pregunta: ¿Qué hace que un evento cultural tenga trascendencia?: ¿Los invitados? ¿La agenda? ¿Los eventos extraliterarios? ¿El Local? ¿Las publicaciones? ¿Las notas en prensa? ¿Las ventas?
Cada una de las partes puede argumentar a su favor acerca del número de visitantes, las ventas, el espacio y hasta el programa musical paralelo. Es bueno que en un país con tan pobre índice de lectura la Feria tenga visitas y compradores. Pero no basta la cantidad sino también la calidad. No todo es crecimiento también desarrollo.
Las ventas parecen haber sido buenas, y eso está bien para hacer crecer el negocio. La agenda estuvo sembrada de presentaciones de libro y eso demuestra que la actividad literaria camina a buen pie. Los homenajes fueron merecidos y oportunos. La feria es un buen espacio para reencontrar a los amigos y hacer nuevos. Es una oportunidad de renovar el “contrato social” entre libreros, escritores y lectores.
Sin embargo, en términos de impacto tengo mis dudas. A la Feria de Lima no llegan los pesos pesados, la agenda carece de discusión de temas trascendentales o aquellos fueron mirados tangencialmente durante la presentación de algunos libros. Los hechos de la feria no “rebotan” en los círculos más allá de nuestras fronteras. Mas aún, algunas editoriales se esforzaron por poner al día su catalogo, pero en otras la artillería pesada llegó un mes después de la Feria, hecho que he podido constatar recientemente. En este mismo año sólo en América Latina hemos sentido la onda expansiva de Festivales en Cartagena, Puerto Rico, Bogotá, Montevideo y ahora estamos conectados al que ocurre en Buenos Aires
No sólo como lector sino como escritor esperaba más. Del debate de ideas, de la variedad se pueden obtener consensos. La feria es una buena oportunidad para evaluar las tendencias de la narrativa, ensayo y la poesía nacionales, la situación actual de las editoriales, tanto los sellos tradicionales como las independientes, así como la función actual de la crítica literaria y los blogs, la constante amenaza de la piratería- que atacaría tanto al papel impreso como al digital-, la función de las instituciones educativas, culturales y las bibliotecas. Si esto no se ha discutido abiertamente poco podríamos conversar acerca del futuro, entre ello el libro electrónico. En la pasada FIL nuestros mejores escritores residentes y visitantes pudieron ser mejor aprovechados.
La pasada Feria se ha preparado con el apoyo de la Cámara Peruana del Libro, de las editoriales, las distribuidoras y los escritores. Pero al margen de las licencias necesarias poco se ha visto del apoyo oficial (salvo las emisiones en vivo de un programa cultural del canal del estado). Lo que se vio no es suficiente, fue una oportunidad perdida pues se tenía la coyuntura de la creación del Ministerio de Cultura. Y no parece ser falta del sentido de oportunidad, ya que en su momento hasta Chespirito fue homenajeado en ambos palacios, el Municipal y el de Gobierno. Un ministerio no basta sino una visón cultural, amplia e inclusiva, algo que se debe de entender como política de estado. ¿Podremos llamarlo producto de bandera? No importa, pero hay que ponerse a trabajar
Ante tal escenario, en lo que resta del año nos quedan algunas ferias locales y como colofón la de Ricardo Palma, que espero vuelva a su lugar original por el bien de todos. Una buena incitativa que no debería de perderse pues acercan el libro a zonas donde incluso no hay librerías. Y para la próxima FIL 2011, es tiempo de comenzar a pensarla, a organizar los equipos de trabajo, a colocar los cimientos de un evento que debiera ser el hito anual de nuestra literatura nacional.
Cada una de las partes puede argumentar a su favor acerca del número de visitantes, las ventas, el espacio y hasta el programa musical paralelo. Es bueno que en un país con tan pobre índice de lectura la Feria tenga visitas y compradores. Pero no basta la cantidad sino también la calidad. No todo es crecimiento también desarrollo.
Las ventas parecen haber sido buenas, y eso está bien para hacer crecer el negocio. La agenda estuvo sembrada de presentaciones de libro y eso demuestra que la actividad literaria camina a buen pie. Los homenajes fueron merecidos y oportunos. La feria es un buen espacio para reencontrar a los amigos y hacer nuevos. Es una oportunidad de renovar el “contrato social” entre libreros, escritores y lectores.
Sin embargo, en términos de impacto tengo mis dudas. A la Feria de Lima no llegan los pesos pesados, la agenda carece de discusión de temas trascendentales o aquellos fueron mirados tangencialmente durante la presentación de algunos libros. Los hechos de la feria no “rebotan” en los círculos más allá de nuestras fronteras. Mas aún, algunas editoriales se esforzaron por poner al día su catalogo, pero en otras la artillería pesada llegó un mes después de la Feria, hecho que he podido constatar recientemente. En este mismo año sólo en América Latina hemos sentido la onda expansiva de Festivales en Cartagena, Puerto Rico, Bogotá, Montevideo y ahora estamos conectados al que ocurre en Buenos Aires
No sólo como lector sino como escritor esperaba más. Del debate de ideas, de la variedad se pueden obtener consensos. La feria es una buena oportunidad para evaluar las tendencias de la narrativa, ensayo y la poesía nacionales, la situación actual de las editoriales, tanto los sellos tradicionales como las independientes, así como la función actual de la crítica literaria y los blogs, la constante amenaza de la piratería- que atacaría tanto al papel impreso como al digital-, la función de las instituciones educativas, culturales y las bibliotecas. Si esto no se ha discutido abiertamente poco podríamos conversar acerca del futuro, entre ello el libro electrónico. En la pasada FIL nuestros mejores escritores residentes y visitantes pudieron ser mejor aprovechados.
La pasada Feria se ha preparado con el apoyo de la Cámara Peruana del Libro, de las editoriales, las distribuidoras y los escritores. Pero al margen de las licencias necesarias poco se ha visto del apoyo oficial (salvo las emisiones en vivo de un programa cultural del canal del estado). Lo que se vio no es suficiente, fue una oportunidad perdida pues se tenía la coyuntura de la creación del Ministerio de Cultura. Y no parece ser falta del sentido de oportunidad, ya que en su momento hasta Chespirito fue homenajeado en ambos palacios, el Municipal y el de Gobierno. Un ministerio no basta sino una visón cultural, amplia e inclusiva, algo que se debe de entender como política de estado. ¿Podremos llamarlo producto de bandera? No importa, pero hay que ponerse a trabajar
Ante tal escenario, en lo que resta del año nos quedan algunas ferias locales y como colofón la de Ricardo Palma, que espero vuelva a su lugar original por el bien de todos. Una buena incitativa que no debería de perderse pues acercan el libro a zonas donde incluso no hay librerías. Y para la próxima FIL 2011, es tiempo de comenzar a pensarla, a organizar los equipos de trabajo, a colocar los cimientos de un evento que debiera ser el hito anual de nuestra literatura nacional.
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