Por muchos años uno puede vivir pensando ser una persona portátil. No echar raíces y hacerse nómade, o mejor dicho un turista en su propia ciudad. Para cumplir con ello uno se llena de adminículos: laptops, walkmans, discmans, handbooks, pocket books, backpacks, swiss army knives, y todo lo que hace que uno pueda llevar su casa donde quiera que se transporte. Pero siempre hay un límite marcado por las emociones, la necesidad de afectos y de comunicación. El vacío se puede agrandar como un airbag y comprimir la vida hasta hacerla asfixiante.
Tal es la sensación que me produjo al ver Up in the Air, la última película de Jason Reitman. La historia de un experto en despidos laborales, eficaz en romper los lazos de trabajadores y empleadores. Un individuo que se ha encargado de hacer casi lo mismo con su vida personal, ha roto todos los vínculos afectivos con el resto, en la superficie se le percibe como frío, calculador y despreocupado. En la superficie.
Acrecienta este comportamiento la naturaleza de su trabajo, se la pasa volando por la casi totalidad de los estados de la Unión, despedir gente en la era de la mayor crisis financiera de los Estados Unidos. Las imagenes de oficinas vacías desprovistas de muebles, cementerios de mobiliarios de oficina, trabajadores angustiados y teléfonos desconectados le dan forma al desamparo de la crisis financiera. Para ello, Ryan Bingham (George Clooney) ha elaborado protocolos rígidos que cumple a la perfección, gracias a una práctica repetida y constante: armar su maleta, como hacer el check-in, como atravesar las salas de embarque, como conseguir el mejor alojamiento o la compañía de alquiler de auto. Su meta no es ascender en su trabajo, ya que parece satisfecho con lo que hace, sino conseguir un upgrade como viajero frecuente: alcanzar la mayor categoría en American Airlines, un valor premiun a su fidelidad, y que pocos han alcanzado -sólo 6 en la historia- a alguien que se encarga de quebrar la fidelidad de todo trabajador con su empresa, un valor muy preciado en el mercado laboral norteamericano.
Ryan está solo y lo disfruta, pero poco a poco se da cuenta que su actitud tiene un precio por el que hay que pagar. Viviendo a miles de pies de altura y una velocidad distinta a la superficie terrestre, las vidas de los otros se van acomodando convencionalmente, tal como la sociedad manda: emparejarse y formar una familia, por ejemplo. Mientras que él ve como los demás se desplazan por los caminos de la vida, él continúa solo. Esa relatividad descrita por Einstein, que hace que el tiempo sea elástico según la velocidad de movimiento del cuerpo que se desplaza, juega contra él y le refleja como en un espejo toda su soledad y vacío. Las cortinas van cayendo y su realidad se va desplomando con los cambios que ocurren en su propia empresa. Su jefe, una persona sin escrúpulos amenaza con una reingeniería de la empresa. Por otro lado, Ryan ve perder su equilibrio en su casa, un lugar semivacío y que casi nunca visita: el alejamiento de su vecina, con la que tenía una relación ocasional, está inmersa en una relación estable. Se da cuenta que ya nadie lo espera, que nadie cuenta con él, incluso sus hermanas.
El destino, o mejor dicho la reingeniería, lo hace "adoptar" una joven promesa, la promotora de la reingenieria de su empresa. Una chica summa cum laude, Natalie Keener, convencional, inexperta pero avezada. Para demostrarle que el Método Bingham, ortodoxo y con contacto humano es mejor al moderno y frío de una webcam, Ryan decide llevar a Natalie a un viaje de inmersión de cómo despedir personal. Natalie, deseosa de casarse y tener una familia, acepta el reto y en su viaje de entrenamiento aprende más que protocolos de trabajo, aprende las complejidades y contrastes de la vida misma. Es abandonada por su novio a través de un SMS. Por otro lado, en realidad a Ryan no le interesan los cambios propuestos por Natalie quiere demostrarle que su "sistema" es el mejor y deba de quedar vigente. Para Natalie es su primer trabajo, la posibilidad de que su primer proyecto tenga éxito y que pueda formar su propia familia.
Durante una de sus múltiples escalas, en las salas de hospitalidad de pasajeros premiun, Ryan conoce a su versión femenina -"soy como tú pero con vagina" le dice Alex (Vera Farmiga)- y pasando de la atracción inicial y del muestrario de la colección de gadgets de clase ejecutiva, toda esa parafernalia exclusiva para viajeros frecuentes, inician una relación, sin ataduras, sin pesos y donde se utiliza esta analogía con las charlas motivacionales que hace Ryan por todos los Estados Unidos "¿Qué cargas en tu Mochila?". Su filosofía se basa en cómo nos deshacemos de nuestros pesos y ataduras con la vida, del desapego total.
Pero en un momento determinado las turbulencias de la vida inducen a un aterrizaje forzoso, Natalie comete errores serios con su proyecto, Ryan se involucra sentimentalmente con Alex, las hermanas de Ryan afrontan una crisis de pareja en sus respectivas relaciones y piden coyunturalmente el apoyo de Ryan para salvar la estabilidad familiar, por primera vez Ryan se convierte en el hermano que apoya, que pisa tierra.
Ryan en la superficie libera sus sentimientos y afectos, ya que desde el cielo, observa cada ciudad con su fisonomía particular, con una personalidad y un color, a pesar de que todas las ciudades norteamericanas tienen un mismo patrón. Vistas aéreas desprovistas de seres humanos, o al menos muy pequeños y distantes para notarlos. Eso debió de entenderlo Ryan. Luego de la encrucijada de situaciones, ningún ser humano puede ser tan aséptico a las vicisitudes que impone la vida y decide dar un golpe de timón que no contaré.
Es allá arriba en el cielo, desde la ventanilla del avión mirando el horizonte, que podemos diferenciar lo que dejamos en la superficie y que al pasar el techo de nubes encontramos aquella luz del sol que todo lo invade. Es ver esos paisajes afuera silentes e incomprensibles por su inmensidad, acompañados por el persistente siseo de las turbinas y el aire acondicionado, lo que nos mantiene aparentemente suspendidos en el espacio, flotando con nuestras ideas, pero en constante movimiento, planificando un futuro incierto.
Es la escena final, para mí memorable, de un Ryan sonriente y redimido, habiendo alcanzado su meta de 10 millones de millas voladas y mencionado que era menos excitante de lo que imaginaba. Está parado ante el panel gigante de llegadas y salidas, dueño de sí mismo, ha entendido que no solo dar es mejor que recibir sino que uno es dueño de su propio destino, aunque suene a frase hecha.
La soledad, hecha de adminículos que vamos juntando en la vida, no siempre es una compañía suficiente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario