Fuente : Letrópolis
Politraumatizado, coma profundo, palidez, pulso filiforme, gran polipnea y cianosis. El hemitórax derecho no respira. Colapsado. Crepitación y angulación de la sexta costilla derecha. Macidez en la base pulmonar derecha con hipersonoridad en el ápex pulmonar. El coma se hace cada vez más profundo y se acentúa el síndrome de anemia aguda. Hay posibilidad de ruptura de arterias intercostales. ¿Alcanza? Yo lo dejaría en paz...
Confieso que ni el mejor de mis residentes hubiese llegado a este nivel de perfección clínica, la descripción tiene movimiento y va subiendo de tonalidad hasta rematar en un golpe diagnóstico. El párrafo corresponde al reporte del Dr. Rius a su viejo médico jefe en la sección Cuenta el médico del cuento Jacob y el Otro de Juan Carlos Onetti.
En el clímax del cuento, uno de los contrincantes de la lucha, sobre en un estrado improvisado en el cine Apolo del pueblo de Santa María, ha volado por los aires aterrizando entre el pánico y las sillas del auditorio. El despojo humano es recogido raudo por uno de los camilleros del hospital, en una rutina que para él, testigo de cientos de derrotas y casualidades, es como levantar un armario roto o una taza de café derramada.
A la misma hora, al otro lado del pueblo, el Médico Jefe está fumando unos cigarros y jugando póker con los amigos de siempre, acaso jugando al azar con su rutina gastada y sus luchas interiores. Dentro de sí, él desea dejar pasar un día más y para el futuro se reserva el placer de arreglar su viejo y destartalado auto. Pero esa noche debe de reparar un cuerpo maltrecho, derrotado y, como diría Loayza, prometido a la muerte. Ya en el hospital, recogido por la ambulancia y alertado por su sabio camillero durante el camino, el viejo jefe imagina lo que encontrará. Frente a la camilla, entre locetas y lámparas, escucha lo siguiente
Si quiere trabajar —dijo—, lo tiene listo en dos minutos. No hice casi nada porque no hay nada que hacer. Morfina, en todo caso, para que él y nosotros nos quedemos tranquilos. Sólo tirando una monedita al aire se puede saber por dónde
conviene empezar.
Ese fue Rius, el médico de guardia, pragmático, jugando a Dios, como muchos de nosotros en las noches de guardia o en las rondas matutinas. Haciendo predicciones sobre la vida, tirando las cartas de muerte sobre las camas de hospital. El médico jefe, aún con el tufo de cigarro y alcohol, así como la viada de la partida de póker, exclama:
A mí, los enfermos se me mueren en la mesa.
A mi también. Por lo general, pierdo luchando pero algunas veces, sea por decisión familiar o porque ya uno siente la muerte respirando la nuca y envolviendo la mortaja, es que entrego esa promesa corporal con dignidad y paz, como hacían los guerreros derrotados al rendir su espada. Con la confianza que como el oleaje o las campanadas de una iglesia, tendré una nueva oportunidad.
Y así lo hizo el viejo médico con Rius, que vio el amanecer desde la mesa de operaciones:
—Mejoría del pulso, respiración y cianosis. Recupera esporádicamente su lucidez...—No, hermano —dijo cuando estuvimos solos—. Conmigo, cualquier farsa; pero no la farsa de la modestia, de la indiferencia, la inmundicia que se traduce sobriamente en "una vez más cumplí con mi deber”. Usted lo hizo, jefe. Si esa bestia no reventó todavía, no revienta más. Si en el club le aconsejaron limitarse a un certificado de defunción —es lo que yo hubiera hecho, con mucha morfina, claro, si usted por cualquier razón no estuviera en Santa María—, yo le aconsejo ahora darle al tipo un certificado de inmortalidad.
Después de esto sólo queda, quitarse las batas de sala, tirar los guantes ensangrentados y purificarse las manos con el agua corriente del quirófano. Para los que ya están de regreso de la vida, queda el cansancio mezclado con escepticismo, de probarse día a día retando a la vida, y a la muerte, con una nueva sorpresa. Para los nuevos, como el Fernandez del cuento, el joven camillero, la sorpresa es una conspiración del destino, como esa frase de antología:
"Alguien me estafa, la vida no es más que una vasta conspiración para engañarme”.
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