jueves, 18 de enero de 2007
La Enfermedad del Abuelo
Hace un par de semanas leí en La República un comentario de Abelardo Oquendo sobre la edición en español de "A Cultural and Literary History" (Universidad Ricardo Palma, 2006). Si bien destaca el esfuerzo de compendiar la literatura peruana, lamenta la brevedad del texto,420 páginas, y resalta entre otras una notable ausencia, Luis Loayza, uno de los mejores prosistas de la generación del 50. Ver artículo aquí
Picado por el placer de disfrutar de su prosa, me dediqué a releer "Otras tardes", empezando por el final, encontrándome con "Fragmentos", una de sus secuencias trata sobre la última enfermedad del abuelo de Jaime,el protagonista, y se inicia cuando el doctor Alvarez, médico de la familia, solicita una consulta al doctor Villaurrutia para confirmar su diagnóstico. El Dr. Villaurrutia "...estuvo rodeado en la familia de un prestigio casi mágico...".
A continuación se abre ante el lector uno de los párrafos mas notables que he leído acerca de las eminencias grises en Medicina. La relación vertical, distante pero cordial entre Alvarez y Villaurrutia, pero lo más impresionante fue la descripción del examen clínico: "...sólo pasado un momento se acercó a él y se sentó en la cama, ésta fue la señal de que el examen comenzaba... Villaurrutia tomó una mano del abuelo y levantándola un poco, inclinándose sobre ella, la observó detenidamente, luego hizo lo mismo con la otra, la miró de cerca, Jaime veía los ojos absortos e inteligentes, rozó la piel de la mano con la yema de los dedos como para percibir su textura. Mas tarde recorrió todo el cuerpo del abuelo, pobre cuerpo gastado, prometido a la muerte, lo auscultó..., palpó el vientre...pero lo que mas impresionó a Jaime fue el examen minucioso de las manos. Años después un amigo médico le explicó que en otro tiempo los grandes clínicos descubrían cientos de cosas auscultando, observando la piel, los ojos, las manos, por un procedimiento que se parecía menos a los análisis de laboratorio y a las radiografias que a un arte misterioso lleno de intuición..."
Ese procedimiento se llama Semiología. El texto de Loayza, me recuerda a nuestro doctor villaurrutia, se llamaba Carlos Subauste. Aún queda fresca en mi memoria, la primera vez que me acerqué a su pabellón en el hospital Loayza (pura coincidencia), ví una hilera de camas que se duplicaban sobre el piso encerado. Las colchas blancas y un silencio monacal amortiguaban el sufrimiento de las pacientes. Casi sin sentirlo, estábamos frente a Don Carlos, aprendiendo la semiología de las manos y uñas, a descubrir, como arqueólogos las guerras, desventuras y desgaste de una vida.
Actualmente, la tecnología lleva en si misma a una deshumanización. Las nuevas generaciones de médicos dan más peso a los reportes de laboratorio, ahora el cuerpo puede quedar reducido a un código, un electrocardiograma o una tomografía.
Sin embargo, como todo lleva consigo su propia némesis, existe una ola de retorno a procesos clásicos de interacción entre médicos y pacientes. Aún permanecen los edemas, los nódulos y las uñas desgastadas como una impronta del pasado , como jeroglífos de dolencias antiguas que los médicos podemos leer en el cuerpo de una persona.
Por eso, cada mañana al conocer un nuevo enfermo, una de las primeras cosas que hago es mirarle las manos.
En la foto: la estatua de Némesis
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