viernes, 5 de diciembre de 2014

Crónicas Robóticas



Devoción por los números. Contamos calorías al comer y las que gastamos en el gimnasio. Revisamos la cuenta bancaria, los intereses y las moras. En las empresas te piden que eleves tu cuota. Cada semana nos disparan encuestas de opinión desde lo útil a lo más banal. Nos miden el índice de alcoholemia, el límite de velocidad. Los semáforos muestran los segundos que pasan. Las actividades empresariales y gubernamentales se miden por indicadores cuantificables. Los exámenes de rendimiento se miden en números. Las películas y los libros tienen un ranking numérico de aceptación y número de ventas. Los restaurantes se miden en tenedores. Los médicos medimos la presión, la hemoglobina e innumerables variables corporales. Y hasta los estudiantes de medicina torturan a sus pacientes haciendo métricas del dolor ¿cuánto le duele, cómo de 7 sobre 10?

Es innegable que el uso de ciertas métricas ha logrado un notable mejoramiento de la calidad de vida. Pero todo tiene un límite. Hemos entregado nuestras mentes y emociones a las máquinas. Vemos el mundo a través de las fotos del celular. Acaso miles de jóvenes el único sobre que han visto es el ícono de mensajes del teléfono. Una pantalla de celular o computadora reproduce relojes, brújulas, cámaras fotográficas, animales, nubes, contenedores  y otros tantos objetos que fueron parte de la vida solo hasta hace poco. Las nuevas generaciones a edades cada vez más tempranas se exponen a la tecnología, lo cual no es malo, lo incorrecto es que asuman que lo técnico es omnipotente y prioritario sobre lo natural.

Miles de personas, sino millones comen, caminan y trabajan con los ojos pegados a una pequeña pantalla. Desastrosas son las imágenes de parejas que no conversan entre sí pues cada cual está pegada a su móvil. Los adolescentes en lugar de interactuar, correr, saltar se conectan a una aplicación y me pregunto si en las discotecas mientras bailan continúan viendo su pantalla.

Nos estamos deshumanizando a grandes pasos. Somos cardúmenes de personas moviéndonos en dirección de tendencias o #hashtags. Aceptamos las cosas como vienen, sin cuestionar. Padecemos de una lobotomía virtual y mediática. Somos robots con funciones vitales y biológicas.

Por otro lado, lo inanimado se hace más inteligente. Los teléfonos, las computadoras y los robots mejoran su rendimiento y su capacidad de procesar información. Cada vez son más capaces de alcanzar autonomía. El sistema de chips y circuitos sigue la secuencia de algoritmos y conexiones que imitan al cerebro humano. En algunos casos le faltan las emociones, pero el día llegará pronto.

La inteligencia artificial está a la vuelta de la esquina. Stephen Hawking acaba de declarar que el desarrollo de una inteligencia artificial completa es una amenaza para la humanidad. Para otros estamos lejos, pero observo una peligrosa tendencia en que los humanos se robotizan y los robots se humanizan al punto que acaso algún día las líneas se intersecten. La humanidad no solo es sentimientos sino valores como el respeto, la caridad, la misericordia, la justicia pero ver cómo nos comportamos cada día se me escarapela la piel al pensar a dónde llegaremos si todo sigue igual.


Toda novedad tecnológica es un arma de doble filo pero debemos reservar la entereza moral que sea capaz de evitar que como humanidad cometamos un error irreparable. 

No hay comentarios.: