Devoción
por los números. Contamos calorías al comer y las que gastamos en el gimnasio.
Revisamos la cuenta bancaria, los intereses y las moras. En las empresas te
piden que eleves tu cuota. Cada semana nos disparan encuestas de opinión desde
lo útil a lo más banal. Nos miden el índice de alcoholemia, el límite de
velocidad. Los semáforos muestran los segundos que pasan. Las actividades
empresariales y gubernamentales se miden por indicadores cuantificables. Los
exámenes de rendimiento se miden en números. Las películas y los libros tienen
un ranking numérico de aceptación y número de ventas. Los restaurantes se miden
en tenedores. Los médicos medimos la presión, la hemoglobina e innumerables
variables corporales. Y hasta los estudiantes de medicina torturan a sus
pacientes haciendo métricas del dolor ¿cuánto le duele, cómo de 7 sobre 10?
Es
innegable que el uso de ciertas métricas ha logrado un notable mejoramiento de
la calidad de vida. Pero todo tiene un límite. Hemos entregado nuestras mentes
y emociones a las máquinas. Vemos el mundo a través de las fotos del celular.
Acaso miles de jóvenes el único sobre que han visto es el ícono de mensajes del
teléfono. Una pantalla de celular o computadora reproduce relojes, brújulas,
cámaras fotográficas, animales, nubes, contenedores y otros tantos objetos que fueron parte de la
vida solo hasta hace poco. Las nuevas generaciones a edades cada vez más tempranas
se exponen a la tecnología, lo cual no es malo, lo incorrecto es que asuman que
lo técnico es omnipotente y prioritario sobre lo natural.
Miles
de personas, sino millones comen, caminan y trabajan con los ojos pegados a una
pequeña pantalla. Desastrosas son las imágenes de parejas que no conversan
entre sí pues cada cual está pegada a su móvil. Los adolescentes en lugar de interactuar,
correr, saltar se conectan a una aplicación y me pregunto si en las discotecas
mientras bailan continúan viendo su pantalla.
Nos
estamos deshumanizando a grandes pasos. Somos cardúmenes de personas moviéndonos
en dirección de tendencias o #hashtags. Aceptamos las cosas como vienen, sin
cuestionar. Padecemos de una lobotomía virtual y mediática. Somos robots con
funciones vitales y biológicas.
Por
otro lado, lo inanimado se hace más inteligente. Los teléfonos, las computadoras
y los robots mejoran su rendimiento y su capacidad de procesar información. Cada
vez son más capaces de alcanzar autonomía. El sistema de chips y circuitos
sigue la secuencia de algoritmos y conexiones que imitan al cerebro humano. En
algunos casos le faltan las emociones, pero el día llegará pronto.
La
inteligencia artificial está a la vuelta de la esquina. Stephen Hawking acaba
de declarar que el desarrollo de una inteligencia artificial completa es una
amenaza para la humanidad. Para otros estamos lejos, pero observo una peligrosa
tendencia en que los humanos se robotizan y los robots se humanizan al punto
que acaso algún día las líneas se intersecten. La humanidad no solo es
sentimientos sino valores como el respeto, la caridad, la misericordia, la
justicia pero ver cómo nos comportamos cada día se me escarapela la piel al
pensar a dónde llegaremos si todo sigue igual.
Toda
novedad tecnológica es un arma de doble filo pero debemos reservar la entereza
moral que sea capaz de evitar que como humanidad cometamos un error
irreparable.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario