miércoles, 5 de junio de 2013

La Transiluminación del paciente Marlowe


La lectura de esta semana pertenece a El largo adiós de Raymond Chandler, las desventuras morales del escéptico detective Marlowe, quién en su afán de seguir la pista de un escritor que ha desaparecido de casa y es reclamado por su familia, decide recorrer extraños consultorios médicos dedicados a la cura del alcoholismo y otras adicciones. Estamos en la segunda década de los años 50 en la ciudad de Los Angeles, cuna de Hollywood.

Siendo un detective una persona no grata en cualquier consultorio. Marlowe decide fingir estar enfermo, para así abordar al médico y sondear un sospechoso potencial. Ha pasado por un par de experiencias previas infructuosas. Esta vez acude donde un otorrinolaringólogo. Así lo relata: 

El Doctor Vukanich –bata blanca y paso enérgico- entró con el espejo redondo en la frente. En seguida se sentó delante de mí en un taburete.

-          Jaqueca sinusal  ¿no es eso? ¿Muy dolorosa?  -Examinó una carpeta que le había pasado su enfermera.

Dije que terrible. Cegadora. Sobre todo cuando me levantaba por la mañana. El doctor asintió con gesto de experto. 

-          Característico – opinó mientras procedía a encajar un capuchón de cristal sobre un objeto que parecía una pluma estilográfica y que acto seguido me introdujo en la boca-. Cierre los labios pero no los dientes,  por favor. – Mientras hablaba extendió el brazo y apagó la luz. La habitación carecía de ventanas. En algún sitio zumbaba un ventilador.

El doctor Vukanich retiró el tubo de cristal, volvió a encender la luz y me miró con atención.

-          No existe congestión señor Marlowe. Si tiene jaquecas no proceden de un trastorno de los senos. Me atrevería a decir que no ha padecido sinusitis en toda su vida. Hace ya tiempo le operaron del tabique nasal, según veo.

-          Si doctor, una patada jugando al fútbol

El imaginario doctor Vukanich cumplió el milenario sistema de confrontar los datos que da el paciente con los hallazgos del examen físico. En este caso, Vukanich utiliza la transiluminación de los senos paranasales, un método que aplicaban los otorrinolaringólogos ante la sospecha de una sinusitis. El fundamento es simple, en un consultorio a oscuras la luz atravesará sin problemas los espacios vacíos de los senos paranasales si no hay líquido en su interior -al introducir una linterna por la boca o sobre los párpados-, evaluando los senos maxilares o frontales. Si bien es cierto, los fanáticos de la medicina basada en evidencias han encontrado que esta técnica no es certera ni permite descartar congestión en los senos etmoidales o esfenoidales, ofrece una buena probabilidad diagnóstica si no hay otro medio más preciso, como una tomografía axial-que en aquella época era inexistente. En todo caso, sirvió muy bien a la ficción literaria y revela que un escritor, como lo es Roger Wade –uno de los personajes de la novela- se supone que entiende lo que hace funcionar a las personas. Y por ende, podría yo agregar está muy interesado en investigar para conservar la verosimilitud de la ficción.

Marlowe no pudo engañar a un médico muy consciente de los principios diagnósticos, ni tampoco pudo hacerle quebrar sus principios éticos. Y es que en algo Dr. House tenía razón: los pacientes mienten. Es nuestra labor de médicos el confrontar la verdad. El cuerpo no miente, sus signos están allí para decirnos la verdad.

Mientras tanto, Marlowe salió del consultorio a recorrer las calles a continuar con sus recetas de ironía y sarcasmo en busca de nuevas pistas…

 

No hay comentarios.: