miércoles, 21 de marzo de 2012

La Neo Inquisición



Existe un doble mensaje en la percepción de algunas personas con respecto a la literatura, sobre todo de quienes se espera un mayor y mejor nivel de lectura. Esta situación que a mi entender se ha mantenido soterrada, ha salido a la luz con un artículo publicado hace una semana en el diario El Comercio, “Vallejo, Ribeyro y Montaigne” firmado por Diego de la Torre, presidente del Pacto Mundial en el Perú.

El Pacto Mundial es una iniciativa creada por el sistema de las Naciones Unidas con la CONFIEP, es decir los representantes del empresariado nacional. La naturaleza del acuerdo consiste en un pacto ético que lleva a las empresas a respetar los derechos humanos, a tener buenas prácticas laborales – entre ellas no discriminar-, a proteger el medio ambiente y luchar contra toda forma de corrupción.

El sentido del artículo referido se orienta a deslizar la idea de que las obras de César Vallejo y la de Julio Ramón Ribeyro. Para ello se vale de un truco de redacción: primero los alaba y ensalza, pero, en una malintencionada vuelta de tuerca, los acusa de ser los causantes del inconsciente pesimismo colectivo desde hace décadas, tomando por ejemplo la frase de de Vallejo: “yo nací un día en que Dios estuvo enfermo” y, en el caso de Ribeyro le critica el haber sublimado a sus antihéroes de los cuentos “Alienación” o “Espumante en el sótano” y hacer del fracaso un estilo de vida a seguir. Para él, a nuestros niños “hay que decirles que han nacido un día en que Dios estaba contento y que el Perú es un país maravilloso”, una lógica acaso tomada de los Teletubbies.

Primer error, de la Torre hace una lectura literal, ignorando, olvidando u ocultando que un poema o un cuento tienen un sentido connotativo, que la literatura nace a partir de una mente creativa que interpreta muy a su manera una realidad fracturada o con carencias y que el escritor pretende hacer una crítica que permita a sus lectores darse cuenta de sus propias falencias o las de su entorno con acaso el fin ulterior de mejorar.

Segundo error, asumir que la lectura de vallejo y Ribeyro ha sido y es extendida en los niños y jóvenes. Ya quisiéramos que esto sea verdad pero la realidad se encarga de darle el portazo al autor del mencionado artículo.

Tercer error, parece que de la Torre no ha leído el ensayo XXI del Libro I de los Ensayos de Montaigne: “Los beneficios de unos son el perjuicio de otros” basado a su vez en Sobre los beneficios de Séneca. En este corto ensayo Montaigne se refiere a oficios humanos que nacen y prosperan a expensas de carencias o dificultades de otros, como por ejemplo los servicios funerarios, los guerreros que necesitan de las guerras, los granjeros de la necesidad de comer o los médicos de la existencia de enfermos. A partir de ello, Montaigne reflexiona que esta situación no se aleja de las leyes naturales donde la aparición y florecimiento de formas jóvenes en los seres vivientes ocurre a expensas de la degradación de los que fallecen.

En este caso de la Torre parece torcer a su manera la conclusión del ensayo XXI y le da una connotación de teoría económica, explicando con el llamado Dogma Montaigne la aparición de corrientes intelectuales y la explosión de cambios sociales significativos en la historia universal como la Revolución Francesa o la caída del Imperio de los Zares. Como si tales movimientos no fueran complejos y multifactoriales en sus orígenes.

Es con estas medias verdades y falacias que el representante de un pacto ético atribuye una carga negativa a la literatura. Dentro de este artículo hay un mensaje soterrado de censura y discriminación donde una literatura que nace de las entrañas de un artista, muchas veces a partir del padecimiento propio o colectivo y que desea denunciar las inequidades de la condición humana, debe de ser abolida, ocultada o sepultada bajo un alud de buenas noticias y caritas felices. Bajo ese punto de vista no hubiesen florecido Tolstoi, Shakespeare o Cervantes para mencionar a algunos de los más famosos. Diego de la Torre acaso sueña con un moderno Torquemada.

Y esta es una situación, la de la libertad de expresarse y la de lectura, que debe de defenderse con buenos argumentos y no con insultos. Ojala más peruanos puedan leer no sólo a los clásicos sino además a Vallejo, Arguedas, Vargas Llosa, Ribeyro, Palma, Eguren, Martín Adán, Juan de Arona, Valdelomar, Manuel Atanasio Fuentes para entender el valor y el legado de la peruanidad y construir mejores ciudadanos y por consiguiente una mejor sociedad.

Claro que la literatura no es suficiente, pero es un buen comienzo.

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