miércoles, 3 de febrero de 2010

Cul de Sac


Escribo en una noche de luna llena.

Escudriñar el cielo para descubrir las proteicas formas de las nubes, para explorar la simetría estelar y establecer coordenadas celestiales, puntos de referencia de nuestra vida en la tierra. Es lo que hacen algunos nerds mientras no estudian,

El Fondo del Cielo, la última novela de Rodrigo Fresán trata sobre aquellos nerds que miran el cielo y para suplir las carencias de los vínculos sociales. El futuro y la ciencia son para ellos una fantasía que les permite seguir viviendo pero están muy anclados al pasado como para levantar vuelo. El Fondo del Cielo está narrada desde distintas dimensiones, tanto literarias como argumentales. Como dice su autor es una novela con ciencia ficción y no de ciencia ficción. Una novela pop con cientos de referencias y guiños a la cultura del siglo XX, salvo una alusión al pasado remoto y eterno de la Divina Comedia de Dante.

La novela posee diversas trayectorias, una lineal y otras elípticas. Comencemos por la lineal: la historia de los Lejanos, pequeños freak, con alguna limitación física o mental para encajar dentro del promedio. Isaac Goldman, hijo de un rabino desquiciado y suicida que queda desamparado, y Ezra Leventhal, usuario de dispositivos ortopédicos que solo rehabilitan una anomalía en ambas piernas, hijo de una familia de comerciantes que adopta a Isaac. Parias infantiles unidos por la ciencia ficción. “Para Ezra, la ciencia ficción era un arma. Para mí, un escudo”, dice Isaac en una introducción de su vida. Incapaces de mayores vuelos sociales aterrizan en los engranajes del mimeógrafo para expresar sus fantasías sobre un futuro febril y atípico. Lanzan la revista Planet, punto de partida de la formación de Los Lejanos, grupo de a dos y equidistante de todas las corrientes futuristas.


Si el pasado es un país extranjero, entonces el futuro es una estrella lejana. Y por entonces, éramos tantos los que queríamos alcanzarla y clavarle la bandera de nuestro nombre.

Como R2D2 y C3PO, los Lejanos viajan estelarmente con sus relatos. En su camino, adoptan a Jefferson Franklyn Washington Darlingskill, hijo único del dueño de una tienda por departamentos, inútil en talentos y pobre en empatías, también un paria pero deseoso de insertarse en la sociedad. La adopción es por conveniencia, es el niño con dinero que provee de comics, libros y entradas al cine. A cambio, Los Lejanos lo aceptarán como tercer miembro y no revelarán su condición de rico. El otro motivo es que JFW es sobrino de Phineas Darlingskill, un oscuro escritor de culto, a quien van a conocer en su lecho de agonía. Allí conocen a Ella, una joven tan linda como rara y ajena al común de las freaks de ciencia ficción. Y allí ocurre la primera explosión, los Lejanos se enamoran de Ella y el amor es correspondido pero para los dos. Ella, de la que no conocemos su nombre, se convierte para los Lejanos en su centro de gravedad, en el Monolito que cambia sus vidas como el tótem de granito de la película 2001 Odisea del Espacio, uno de los íconos recurrentes en la novela.

Sin embargo, hasta las galaxias más grandes llegan a su fin. Ella es abducida por una fuerza inexplicable para los Lejanos y desaparecerá de sus vidas. Para despedirse y consolidar su amor, Isaac y Ezra una fría tarde forman una gigante bola de nieve frente a la casa de Ella, crean un planeta helado y un ejército de hombres de nieve como símbolo de la utopía de este triangulo amoroso. De ese amor imposible quedan los recuerdos y una gastada foto, con unos adustos Lejanos y con Ella sonriendo a la cámara. A partir de entonces este Bing Bang humano dispersa a los Lejanos y a Ella. Isaac se convierte con el tiempo un escritor de ciencia ficción, alimentador de tramas para series tipo Star Trek o películas que ofrecen un guiño a Blade Runner, y vivirá como albacea literario de un viejo escritor de ciencia ficción, Wilbur Zack (Philip K Dick?), envejeciendo con el recuerdo de los Lejanos y de Ella. Ezra, al poco tiempo de la ruptura, se convierte en un científico de los servicios secretos que crea la bomba atómica y pergeña otros avances destructivos tomando como base un documento hecho en su adolescencia Manual de Instrucciones de Destrucción Planetaria firmado como Arcano Rex de la Vía Láctea, mantiene una comunicación distante y esporádica con Isaac hasta el encuentro final un encuentro final el 11 de Setiembre del 2001, en una de las Torres Gemelas, una transmisión borrosa en el instante que uno de los aviones impacta una de las torres.

Flotando como una estación espacial abandonada queda un testamento literario, la novela Evasión, de autoría incierta.

Tal vez por ser lanzada desde Mullholland Drive y no de Cabo Cañaveral, El Fondo del Cielo alcanza otras órbitas de vuelo, los capítulos restantes giran a modo de momentos, relatos y visiones desde los otros personajes, incluso una transmisión interestelar desde Urkh 24, de Aquel-Lugar-Donde-Se-Dejan-Oír-Las-melodías-Más-Desconsoladas. El tiempo absoluto que conocemos en la Tierra no es conocido en esta segunda lectura, no existe como tal, se contrae y expande para mostrarnos diferentes vistas de un pasado que no sabemos si ocurrió realmente o existió en la visión de los personajes.


Y, llegado este punto, siempre me encantó esa costumbre tan humana, tan primitiva, tan infantil, de preguntarse “¿qué hora es? O “¿en qué día estamos?”. Y enseguida responderse con las más absurdas abstracciones. Con números.
Y sentirse tan satisfechos

Y es que viajando a la velocidad de la luz, el tiempo varía según el observador y el presente puede hacerse futuro, el pasado presente o todo puede haber ocurrido en un instante. Al final nuestra historia es sólo un parpadeo del universo. Un Ping Nang que todo lo expande, arrasando con los acontecimientos y los recuerdos. Por eso es posible conocer al último habitante de UK 24, transmitiendo sus últimos instantes y frustraciones por no haber pisado la Tierra a pesar de habernos observado desde nuestros inicios. No sabremos si esta agonía ocurre en tiempo real o lo que estamos observando actualmente ocurrió hace ya varios años. Paradojas de la relatividad del tiempo y el espacio.


El tiempo es-todo el tiempo- todos los tiempos al mismo tiempo

Como corolario, quedan las revelaciones de Ella, colores interestelares puestos en una paleta, como en el cuadro de Roto, Yellow and Blue on Orange. Ella que terminó en otra historia, sacrificando su utopía amorosa con los Lejanos y aplacando la venganza de Jeff contra la humanidad casándose con él para evitar el fin del mundo y al mismo tiempo aplacando la ansiedad de sus padres al casarse con un joven millonario. Ella, que cumplió su destino estelar, acaso obedeciendo los designios del último habitante de Urkh 24. Ella, la chica rara, la del estado en trance, de sueños vívidos, la que mezcla colores en su mente y que escucha voces, la que recibe continuos electroshocks decide abducirse del mundo. Ella, la autora de Evasión que desde su espacio mantiene contacto con Isaac y Ezra en el recuerdo, el eterno y efímero recuerdo de su planeta helado.

Y es que El Fondo del Cielo, trata sobre eso: El Amor que nunca despega como las naves de Urkh 24, el Amor que viaja por todos los tiempos y, de los recuerdos de tres planetas (Ella, Isaac, Ezra) que fueron sacados de su órbita y viajan por el espacio como estrellas divagantes desde el Bing Bang hasta el fin del mundo en 7,590 millones de años. Y entre ambos, las transmisiones de sus recuerdos, saltando como partículas elementales, rebotando de una antena a otra al infinito, al fondo estelar. No es gratuito acaso que una de las canciones de la novela sea All You Need is Love de The Beatles, utilizada para la primera transmisión vía satélite en la historia.

Al escudriñar entonces allá arriba, en el fondo del cielo, es que buscamos en ese fondo de saco etéreo el sedimento de nuestras más íntimas emociones y recuerdos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por que no:)