miércoles, 5 de agosto de 2020

Cuarentena día 1



Era la mañana siguiente del aislamiento social obligatorio, pero todos le decían cuarentena.  También había toque de queda.

Salimos muy temprano, como todos los días, al hospital. Nos llamó la atención que para la magnitud del decreto hayan tantos autos pues el decreto autorizaba la circulación restringida a un pequeño sector de la población. 

No pensé que en esta ciudad hubiesen tantos trabajadores esenciales, le dije a mi esposa. Seguimos avanzando fluidamente por la vía expresa hasta que nos detuvimos ante mas de un centenar de autos que estaban detenidos como esperando a que pase la luz roja del semáforo. Estábamos casi al final de la vía rápida, cerca al óvalo que es la entrada al centro de la ciudad. 

En realidad se veía a mas de una cuadra el semáforo pero estaba en verde, luego cambió a rojo y otra vez a verde pero todo seguía igual. No eran las luces del tráfico, era un tanque y unos soldados que se habían apostado a lo largo de los cuatro carriles. No dejaban pasar a nadie. Se nos hacía tarde para llegar al hospital. 

Bajé del auto. Mientras me acercaba distinguía mejor a los soldados en uniforme de camuflaje, armados con un fusil. Saqué mi carnet de médico y continué avanzando hacia ellos. Llevaba mi carnet con la mano en alto. En mi campo visual aparecieron unos camarógrafos y presumía periodista pues tenían una credencial colgada del cuello. 

Oficial, buenos día, tenemos que ir a trabajar, le dije a quien estaba al mando del operativo, se le veía muy molesto y le decía a uno de sus soldados. no dejes pasar a nadie. Miró mi identificación. 

¿Dónde esta su auto doctor? me respondió ya mas calmado. Como a media cuadra, le respondí.  Al voltear me percaté recién de la cantidad de vehículos estacionados. 

- Vamos a ver qué hacemos -me dijo mientras se tomaba la barbilla- es que ahora todos dicen ser esenciales, eso no puede ser - Casi al instante me preguntó - ¿en qué carril esta?

En el izquierdo, le respondí. Entonces se dirigió a uno de los soldados para indicarle que debía abrir el carril izquierdo y dejar pasar a todos los autos que me precedían previa identificación y justificación, los que no tenía alguna razón válida quedarían a un costado pero sin obstruir la vía. 

Así fueron pasando uno tras otro, como unos diez hasta que pude pasar. Frente a nosotros se abría la calle, casi limpia de autos.

Llegamos al hospital. El sol ya estaba iluminando los jardines. Las personas caminaban aun taciturnas. Sus rostros no eran muy expresivos. 

Aun era un día de verano, pero no se percibía el entusiasmo de los días de calor. Los conocidos me respondían el saludo pero andaban mas apurados que de costumbre.

Acaso intuían todo lo que vendría después, el anuncio de la cuarentena revelaba que potencialmente algo podía pasar mal.

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