viernes, 14 de febrero de 2014

La aparente dulzura de Cupido


Cupido era un troll. Bajo esa aparente imagen angelical se esconde un pequeño ser capaz de crueles venganzas.

Todo comenzó cuando Apolo (o Febo) ve a Cupido (hijo de Venus) tendiendo la cuerda del arco y exclama: “Qué haces niño lascivo, con armas de valientes? Tal armamento cuadra a mis hombros, a mí que soy capaz de inferir heridas certeras a una fiera o a un enemigo…Conténtate tú con tu antorcha no sé qué amoríos y no te adueñes de glorias que no son mías…”

A lo que Cupido replicó: “sea que tu arco Febo atraviese todas las cosas, pero el mío a ti y como todos los animales son inferiores a la divinidad , así tu gloria es inferior a la mía” Con lo que Cupido se retira batiendo sus alas rumbo a la fortaleza del Parnaso. Una vez allí saca de su aljaba dos tipos diferentes de dardo: uno de afilada punta de oro que provoca el amor, y el otro de punta roma con lomo bajo la caña que espanta el amor.

El dardo de oro lo clava hasta la médula de Apolo y el otro, el que ahuyenta lo clava en Dafne, la hermosa hija de Peneo.

Desde entonces, Apolo arde en deseo ante Dafne, quien graciosamente huye por los escondites del bosque y desoyendo a su padre que desea desposarla con el dios. Apolo implora, persigue e invoca a la misma medicina (de la que es dios) para  lograr la aceptación de Dafne. Más ella permanece fiel a sus principios, mantener la virginidad. El viento la desnuda, lo que acrecienta el deseo de Apolo y ella continua huyendo. Perseguida constantemente, acosada y casi cercada por un febril Apolo, Dafne implora a su padre una salvación que llega bajo la forma de sopor y una metamorfosis, una corteza de madera envuelve su pecho, luego su cuerpo entero hasta echar raíces y sus cabellos se tornan en hojas. Así Dafne escapa convertida para siempre en árbol y Apolo queda con una pasión no correspondida. Se consuma entonces la venganza de Cupido.

Acaso esquivar aquellas flechas no podemos, las que caen con la fortaleza de un relámpago, sean de oro o de plomo sobre nosotros simples mortales, pero esta historia nos demuestra que jugar con Cupido es cosa seria.

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